Como educadora infantil que lleva muchos años acompañando procesos de desarrollo en la primera infancia, no puedo dejar de observar, cada vez con más claridad, lo urgente que es volver al juego sin pantallas, sin prisas, a ese que construye una infancia real.
No se trata de nostalgia, ni de idealizar tiempos pasados. Se trata de devolver al niño lo que necesita, lo que le corresponde: la posibilidad de construirse a sí mismo a través del juego libre, de la exploración, del cuerpo, del contacto humano, del aburrimiento, incluso.
Y sí, lo digo yo, que cojo ideas para mi web desde un móvil. Que estoy constantemente conectada, que trabajo en red, que tengo mis propias contradicciones.
Pero precisamente por eso sé lo difícil que es sostener espacios auténticos, y sé que los niños de hoy (y sus padres) lo tienen especialmente complicado. Por eso, me emociono (y me reconcilio un poco con el mundo) cuando veo a familias y proyectos educativos apostar por una infancia desconectada de pantallas, y conectada de verdad con la vida.
📱 ¿Por qué evitamos las pantallas en la infancia? (Y no es solo por principios)
Los bebés y niños pequeños aprenden principalmente a través del cuerpo y de la relación con su entorno. Además, este aprendizaje es de mayor calidad.
Esto no es una opinión ni una moda pedagógica, sino una certeza respaldada por décadas de estudios en desarrollo infantil.
Jean Piaget, por ejemplo, en la que es una de las teorías del desarrollo social más importantes de la historia, describió que el desarrollo cognitivo comienza por una etapa sensorio-motriz, donde todo el aprendizaje pasa por la acción física y la manipulación del mundo. Emmi Pikler, desde una mirada aún más respetuosa, nos mostró cómo el movimiento libre, espontáneo y sin interferencias es la base de una motricidad saludable y también del pensamiento.
Si esto es así -y lo es-, es muy fácil entender por qué una infancia rodeada de tecnología y luces es una infancia limitada. Las pantallas ofrecen estímulos visuales y auditivos, sí. Pero son planos, no requieren esfuerzo corporal, no estimulan la creatividad (de manera general), no ofrecen contacto real ni promueven habilidades de autorregulación emocional o social. Reemplazan el tiempo de juego por consumo pasivo. Y eso, a largo plazo, tiene consecuencias.
La Asociación Americana de Pediatría, UNICEF, y organismos similares coinciden en una recomendación clara: nada de pantallas antes de los 2 años. Y después, con moderación y siempre acompañadas por un adulto. Y yo me permito añadir que cuanto más disfrutemos del juego sin pantallas y retrasemos el uso de estas, mejor (aunque parezca imposible conseguirlo).
No es alarmismo: es protección. Es garantizar que el niño tenga espacio para desarrollarse desde lo que es, no desde lo que se le impone.

🧠 Lo que el juego sin pantallas (juego libre) hace por el desarrollo (y ninguna app ni cacharro conectado a un cable o la red puede imitar)
Cuando hablamos de actividades sin pantallas para niños, no nos referimos a imponer una ausencia: nos referimos a ofrecer una presencia: la del cuerpo, la del otro, la del mundo. El juego libre sin pantallas favorece todas estas áreas de desarrollo:
- Desarrollo motor. Correr, trepar, saltar, balancearse, construir con cajas o palos… todo ello implica coordinación, tono muscular, lateralidad, planificación.
- Desarrollo cognitivo. Cuando un niño inventa un juego, está resolviendo problemas, organizando ideas, anticipando consecuencias. Está creando estructuras mentales complejas /y bastante más de lo que creemos, de hecho).
- Desarrollo social y emocional. Jugar con otros implica negociar, ceder, comunicar, frustrarse, esperar, cuidar… No hay mejor entrenamiento para la vida que eso.
- Desarrollo sensorial. Tocar tierra, notar el viento, oler flores, ensuciarse, tirarse por el césped, notar el calor del sol o el frío del agua, ver la arena colarse… El sistema nervioso necesita experiencias físicas para organizarse correctamente.
Estímulos, experiencias, conocimientos y maduración son necesarios para la vida futura. ¿Cómo consigues todo esto desde una tablet? Y, al contrario, ¿qué aporta la tecnología al desarrollo infantil que no nos lo dé el juego? Este sencillo ejercicio mental deja claras las cosas, ¿no?
🔁 Recuperar el juego sin pantallas no es retroceder: es avanzar en lo esencial
Muchos de los juegos que proponemos en PequeAprendices tienen sabor a infancia antigua. Lois famosos juegos de los años 90 (y anteriores), juegos sin tecnología. Y algunos adultos me preguntan: “¿Pero no es esto una moda?” Y yo siempre contesto lo mismo: no es nostalgia, es conocimiento. Sabemos que ese tipo de juegos -esos que parecen “de antes”- funcionan porque son los que respetan los ritmos, los cuerpos, los vínculos. Son esos con los que la humanidad se ha desarrollado durante decenas de miles de años.
Cuando un niño salta a la goma, juega a la rayuela, inventa una historia con muñecos de trapo o pasa la tarde construyendo una cabaña con sábanas está practicando exactamente lo que necesita. No importa si el juego parece simple o arcaico desde fuera: el cerebro del niño está trabajando a toda máquina, que es lo que importa.
💡 ¿Y si nos sumamos todos a un plan de desconexión digital para niños?
Cada vez más familias se atreven con esto. Organizan fines de semana sin pantallas, planifican tardes de juegos al aire libre sin tecnología, recuperan juegos de su infancia para compartir con sus hijos (¡menuda locura es ahora intentar conseguir un juego original de hace 30 años!). No hay que hacerlo perfecto. Basta con intentarlo, una y otra vez

Desde mi experiencia, esto funciona mejor si:
- Lo haces en equipo (toda la familia, la escuela, el grupo de crianza…)
- No se trata de prohibir, sino de ofrecer alternativas atractivas. Aunque yo aquí diré que si salís al parque y nos os lleváis el móvil, seguro que no lo usáis.
- Se incluye mucho juego físico, creativo, sensorial.
- Se da lugar al aburrimiento (que no es enemigo del desarrollo, sino aliado, precursor de la creatividad más absoluta, tanto que te sorprendería).
- Se modela con el ejemplo. Sí, también los adultos necesitamos desconectarnos.
🚸 ¿Y si también recuperamos el riesgo?
Una de las cosas que más echo de menos en el juego actual es el riesgo, y eso que yo siempre he sido miedosa y cuidadosa. ¡Ah! No hablo del peligro, sino el riesgo controlado.
Los niños necesitan experimentar desafíos físicos y cognitivos para desarrollarse. Trepar a un árbol, correr rápido, moverse en equilibrio, deslizarse por una pendiente… todo esto estimula no solo el cuerpo, sino la autoestima y la autopercepción.
Los llamados adventure playgrounds o espacios de juego con riesgo controlado son tendencia en países nórdicos y también en el Reino Unido. Y no es casual: el juego que desafía -sin obligar- da lugar a niños más seguros, más competentes y más conectados consigo mismos.
❤️ En resumen: menos pantallas, más juego, más vínculo
Este cambio que vemos -aunque lento- es precioso. Que más familias se pregunten por qué su hijo necesita una tablet a los 3 años. Que más escuelas se animen a decir “no” a las pantallas y “sí” a los juegos de toda la vida. Que más profesionales nos pongamos de acuerdo en que el juego libre es una necesidad, no una opción (y, mucho menos, desfasada).
Los niños no necesitan más estímulos: necesitan menos interferencias.
Y nosotros, los adultos, necesitamos volver a mirar la infancia como lo que es: una etapa irrepetible, moldeable, necesaria, capaz. Si les damos tiempo, espacio, juego y presencia, el desarrollo se da solo. No hace falta tanto; solo hace falta menos ruido.
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