El cuento es, sin lugar a duda, el recurso estrella, de lo más importante, en la educación de cualquier niño. Es su principal compañero, aquel del que no se cansa, con el que se acuesta cada noche si te descuidas. Desde el nacimiento, los bebés se sienten ensimismados con los cuentos, los disfrutan de maneras que no imaginamos. Pero, ¿por qué?¿Qué es un cuento exactamente?¿Cómo es capaz de aportar tanto valor?
Qué es un cuento infantil y qué lo diferencia de otras narraciones
Ningún juguete ha resistido tanto como el cuento. No necesita pilas, ni pantalla, solo una voz que lo haga cobrar vida. A través de ellos, los niños descubren el mundo y se descubren a sí mismos.
Una definición de cuento infantil de manual puede ser «narración fingida de corta duración y carácter lúdico-educativo con elementos que contribuyen a estimular la imaginación».
Por supuesto, a lo largo de la historia, este tipo de narraciones ha ido cambiando. Hace siglos sólo dábamos con narraciones exclusivamente orales y en la actualidad encontramos cuentos para niños que no tienen texto siquiera. Por ello, podemos decir que su definición es ambigua o que, como poco, debe estar ligada a una época para poder describirla y entenderla adecuadamente.
El cuento infantil no es solo una narración corta: es una forma de conocimiento adaptada a la infancia, un espacio donde imaginación y aprendizaje se encuentran para dar sentido al mundo que empieza a descubrir.
Características del cuento infantil
Entonces, ¿qué caracteriza a un cuento para niños? Salvo excepciones, que luego, veremos, podemos afirmar que este tipo de literatura infantil incluye:
- Una estructura sencilla de inicio, desarrollo y desenlace.
- Un objetivo muy marcado, generalmente ligado al conocimiento de la realidad.
- Pocos personajes.
- Narración externa.
- Atemporalidad.
- Seres fantásticos.
- Animismo y metamorfosis.
Estas características no son reglas rígidas, sino rasgos que hacen que los niños comprendan, disfruten y asimilen lo que leen. Gracias a ellas, el cuento se mantiene como una de las herramientas educativas más poderosas y duraderas.
Partes de un cuento: estructura básica

Las partes un cuento para niños son tres, sencillas y similares a las de una novela. Encontramos:
- Un inicio. Que no deja de ser la presentación de la situación, donde se nos describe el escenario y se presentan los personajes.
- Un nudo. Se trata de la trama o entramado, la acción o conflicto que sirve como motor narrativo y que desencadena una serie de decisiones y actuaciones por parte de los protagonistas.
- Un desenlace. Este se corresponde con la resolución del conflicto que da lugar al nudo. Casi siempre es feliz y triunfante. En ocasiones, se nos muestra, de manera directa, una moraleja o aprendizaje («Y recordad, chicos: cuando veáis…»).
Objetivo o finalidad de los cuentos
Cada cuento aparece con un objetivo claro y marcado. Se trata de uno de los mejores recursos, por no decir que el mejor, para hacer comprender a los más pequeños cómo es el mundo en el que viven.
Dentro de esto, encontramos que los hay para que los niños:
- Sean prudentes y precavidos. Como ocurría antaño con títulos clásicos como Caperucita roja o Pedro y el lobo.
- Aprendan a interpretar sus sentimientos. Como es el caso de Patito feo, Orejas de mariposa o El monstruo de colores.
- Interioricen hábitos de manera lúdica. Lo vemos en Lulú se viste sola.
- Desarrollen el pensamiento y su identidad personal. Descúbrelo en títulos tan chulos como La oruga glotona o la gran Alicia en el país de las maravillas.
- Se acerquen a la empatía y la moralidad. Lo reflejan muy bien El león y el ratón o El gigante egoísta.
- Se empapen de valores propios de su cultura. Títulos dispares pero que todos conocemos y añoramos como Cuentos de las mil y una noches o Don Quijote contando a los niños lo consiguen.
- Simplemente, se entretengan, se diviertan y disfruten. Pipi Calzaslargas, Los cuentos del revés o Matilda incluyen humor, creatividad e imaginación carcajeante.
Narración externa
Durante las primeras etapas del desarrollo infantil, el niño no es capaz de entender una narración en primera persona. Por ello, los cuentos tienen un narrador que nos cuenta la historia desde fuera, en tercera persona. «Había una vez un pueblo…», «El niño fue hacia…», «El dragón le dijo…».

De este modo, la historia se entiende más claramente y, por lo general, es más objetiva. El narrador se aleja de los pensamientos o emociones particulares de cada personaje (¡ojo, no siempre!) y deja espacio para que sea el niño el que, a partir de sus vivencias, haga la interpretación que más le guste o la que necesita en ese momento en función de sus sentimientos.
Además, las narraciones infantiles suelen seguir una estructura lineal y repetitiva (“primero… después… al final…”), lo que facilita la comprensión temporal y anticipativa. Este es un punto esencial, especialmente para los más pequeños, que no saben situarse temporalmente y sólo lo hacen a partir de rutinas previsibles.
Me gustaría destacar que, aunque aporta objetividad, el narrador también actúa como una figura de guía o seguridad emocional. Este acompaña al niño a través del relato, dándole un marco estable desde el que explorar lo desconocido. De hecho, hay narraciones en las que el narrador «interactúa» con tu hijo. Las expresiones ayudan a que el niño se sienta seguro y cómodo, a que esté preparado.
En definitiva, el narrador externo no solo organiza la historia, sino que actúa como una figura de seguridad emocional que acompaña al niño mientras explora lo desconocido.
Pocos personajes
De acuerdo a la capacidad de atención y retentiva del niño así como de la extensión del cuento y su objetivo, encontramos que este tiene muy pocos personajes.
Habitualmente, encontramos un solo protagonista, con el que el lector infantil puede identificarse fácilmente.
Cuando existen varios personajes principales, suelen ser “personajes hermanos”, es decir, figuras con características similares o complementarias, que no generan confusión ni dispersan la atención. Podemos poner como ejemplo claro, Los tres cerditos.

Los personajes secundarios, cuando los hay, suelen estar claramente delimitados y cumplir una función narrativa o simbólica muy concreta -por ejemplo, representar la ayuda, el obstáculo o la tentación-. Su participación es breve o predecible, lo que contribuye a que la historia mantenga una estructura clara y lineal.
En definitiva, el uso de pocos personajes favorece la comprensión global del relato, ayuda a centrar la atención en la acción principal y refuerza el significado moral o emocional del cuento, que es su verdadero eje.
En conjunto, esta sencillez narrativa permite al niño concentrarse en lo esencial: las acciones, los valores y las emociones que definen el sentido del cuento.
Atemporalidad
El tiempo en el cuento es ficticio e irreal. A menudo, ni siquiera encontramos elementos que lo cuantifiquen o definan con precisión: basta un “Érase una vez” para situar la acción en un marco lejano y universal. Los años no pasan, y, si lo hacen, los personajes no envejecen. No hay días de descanso, ni cumpleaños, ni referencias concretas al calendario o a la historia.
Y no hace falta. La ausencia de tiempo real libera la narrativa de condicionantes históricos o cotidianos, permitiendo que el lector se concentre en la acción, el conflicto y la enseñanza. Incluir referencias temporales precisas solo añadiría información que el niño debería retener sin aportar valor al mensaje central, dificultando la consecución del objetivo.
Además, esta atemporalidad contribuye al carácter simbólico y universal del relato: lo que sucede en el cuento podría ocurrir en cualquier momento o lugar. Así, las experiencias narradas trascienden lo concreto para convertirse en modelos de conducta, emociones o valores aplicables a todas las épocas; otro recurso globalizador.
Desde el punto de vista psicológico, este recurso favorece que el niño se identifique con los personajes sin sentirse limitado por el tiempo o la edad, proyectando sus propias vivencias y deseos en un espacio de imaginación libre, permanente y personalizable.
Seres fantásticos
Aunque el cuento actual a veces prescinde de ellos, en la mayoría de relatos encontramos seres de fantasía que pueblan el imaginario infantil: ogros, dragones, brujas, hadas, duendes o animales que hablan. Estos personajes, más allá de su apariencia, ciertamente diferente, representan fuerzas internas, temores y deseos humanos.
Los ogros y monstruos suelen simbolizar el miedo, la amenaza o los obstáculos que el protagonista debe superar para crecer. Las hadas y los seres benevolentes, por el contrario, encarnan la ayuda, la esperanza o la recompensa moral que llega tras la prueba. También existen figuras ambiguas -como los tricksters o seres traviesos- que enseñan al niño a distinguir entre lo posible y lo prohibido, entre la curiosidad y el peligro.

En los cuentos tradicionales, la fantasía no busca confundir la realidad, sino dotarla de sentido. A través de lo maravilloso, el niño puede comprender lo inexplicable (el miedo, la pérdida, el castigo, la suerte, la justicia). Los seres fantásticos sirven simbolizar conflictos reales mediante imágenes accesibles y atractivas para su pensamiento imaginativo.
En la literatura contemporánea -salvo excepciones-, estos seres no desaparecen, sino que se transforman. Pueden adoptar formas más cercanas (amigos imaginarios, robots, criaturas mágicas urbanas) y cumplir la misma función: acompañar el proceso de crecimiento, servir de guía o espejo interior.
Gracias a estos personajes simbólicos, los cuentos logran enseñar sin sermonear y emocionar sin asustar.
Animismo y metamorfósis
Parecido pero diferente, tenemos el animismo y la metamorfósis. Estas dos licencias literarias resultan divertidas y sirven para que los cuentos puedan tener personajes mucho más variados y atractivos para los más pequeños.
El animismo dota de vida a elementos que no la tienen. Los Fruitis o la alfombra de Aladino son dos buenos ejemplos: elementos naturales que piensan, sienten o hablan, ayudando a que el niño conecte mejor con su entorno y lo vea lleno de posibilidades.
La metamorfosis, por su parte, se encarga de convertir personajes o cosas en otros diferentes. Son la rana que se transforma en príncipe, la princesa cisne o los muebles del castillo de Bestia. A través de estos cambios, los niños aprenden que todo puede transformarse, que los personajes evolucionan y que los finales pueden sorprender.

El animismo y la metamorfosis abren la puerta a un mundo sin límites, donde lo imposible deja de serlo y todo puede cambiar, como los propios niños en su desarrollo.
Tipos de cuentos infantiles
Esta clasificación no busca dividir, sino mostrar cómo cada etapa histórica ha aportado una manera distinta de entender la infancia y de enseñar a través de la narración. Todas las formas de cuento conviven y se complementan.
Cuentos tradicionales vs modernos
Una clasificación de cuentos para niños muy consultada es la de cuentos populares y modernos; ¿o clásicos?¿Actuales?¿Tradicionales?
La verdad es que, aunque parecidos, estos conceptos, que a menudo usamos como sinónimos (tradicionales, populares y clásicos por un lado y modernos y actuales, por otro), tienen sus matices. Y, aunque cuando hablemos con las seños, con un librero o con otros padres nos vamos a entender, me encantaría contarte en qué se diferencian.

El origen de los cuentos: cuentos populares
Comencemos por el principio. Los primeros cuentos de los que se tienen constancia a día de hoy datan de la Antigüedad. Por supuesto, esto no significa que su origen no pueda remontarse siglos y siglos atrás.
Las primeras narraciones de este tipo se utilizaban para explicar acontecimientos que, sea por desconocimiento o por incredulidad, no podrían explicarse de una manera que no fuese simbólica y/o mítica. Los personajes encarnaban, de manera fantástica, lo vivido, lo anhelado o lo que aterraba al pueblo.
Este es un hecho común en todas las civilizaciones del planeta, incluso aquellas que nunca supieron las unas de las otras, separadas por océanos kilométricos. Resulta curioso ver cómo narraciones semejantes aparecían como propias de culturas totalmente dispares.
El paso del tiempo y la difusión oral han hecho, eso sí, que la narración se haya transformado, con el transcurrir de los siglos, según el grupo social y las particularidades que vivía en el momento.
En aquel momento, los cuentos no estaban pensados para los niños —aunque también los disfrutaran—, sino que eran narraciones dirigidas a adultos.

Así, las primeras historias que los peques comenzaron a escuchar (folklore oral) y a ser atractivas para ellos fueron las recogidas en el Libro de Patronio, en El romancero o El gigante Polifemo. Estos son los cuentos populares que más se acercan al concepto de cuento infantil (sin serlo realmente).
Los cuentos populares nos recuerdan que contar historias fue, antes que nada, una forma de explicar lo inexplicable. Aún hoy conservan ese poder de unir a la comunidad a través del relato compartido.
Como surgen los cuentos infantiles para niños: el cuento tradicional y el cuento clásico
En el siglo XVIII, el filósofo Jean Jaques Rousseau defiende la importancia que tiene la etapa infantil en el desarrollo del individuo. Y nos dice: «El niño debe vivir como niño. Es básico que tenga sus propias obras para leer, escuchar y disfrutar».
Las primeras manifestaciones de cuentos infantiles se sitúan en la Ilustración. Serían las narraciones de Charles Perrault, presentes en Cuentos de mi madre la oca, las que se adaptasen, por vez primera, otorgándoles un estilo didáctico apropiado para el público infantil. Un par de títulos que siguen teniendo mucha presencia hoy día son Cenicienta, que fue llevado a la gran pantalla (otra vez) o Caperucita Roja (diría que el primer cuento que a la mayoría se nos viene a la cabeza).
Les siguieron las fábulas de Samaniego, Tomás de Iriarte y La Fontaine, así como la aportación de Hoffmann y la condesa de Ségur, nutriendo el que fue, sin duda, el siglo estrella en literatura tradicional infantil. Más adelante, los hermanos Grimm causan entusiasmo al recopilar y adaptar narraciones populares orales, lanzando, así, Cuentos para niños, de 1812.
Igual de importante para la literatura infantil fue Hans Christian Andersen, quien, en el siglo XIX, nos cautivó con narraciones como La sirenita, El patito feo o El soldadito de plomo; un legado que, por suerte, continúa vigente en la actualidad (y no importa cuándo leas esto).
El cuento infantil, así, se consolida como un vehículo moral y afectivo, con la misión de enseñar deleitando -idea que permanece hasta nuestros días-.

Los cuentos tradicionales y clásicos son la raíz de nuestra memoria literaria. Adaptarlos al presente no es traicionar su esencia, sino permitir que sigan cumpliendo su misión educativa en un nuevo contexto.
¿Son válidos hoy en día los cuentos tradicionales?
Los valores éticos cambian entre generaciones. Siempre ha sido así pero es en estos últimos puñados de décadas que se aprecia mucho más. Como es de esperar, la educación de nuestros hijos va acorde a estos cambios.
Y, con ello, nacen las corrientes pedagógicas que critican la pervivencia del cuento tradicional, más oscuro y más salvaje, y sus valores, considerándolos demasiado tendenciosos y de poco valor educativo. Hay casos en los que se habla, incluso, de expresión arcaica, fruto de sociedades oprimidas, o con capacidad, incluso, de inculcar antivalores o, como poco, manteniéndolos vigentes (como se muestra en El gato con botas, que el protagonista va consiguiendo lo que desea a base de decir mentiras).
Las afirmaciones que defienden la nula validez de los cuentos tradicionales en la actualidad son, en esencia:
- Nos alejan de la vida real, actual, con un exceso de fantaseo irreal.
- Aceptan comportamientos éticos negativos, susceptibles de generar inquietud o incluso ansiedad.
- Presentan falsos modelos de vida, motivando prejuicios y potenciando el rechazo.
- Fomentan situaciones conflictivas entre niños y adultos.
Ni qué decir tiene que ni todos los cuentos presentan estos puntos, a priori tan negativos ni todos lo hacen de una manera tan exagerada. No hay más que echar un vistazo a algunos títulos que conozcamos para valorar si estas afirmaciones son ciertas y en qué medida.

Lejos de perder vigencia, los cuentos tradicionales siguen siendo útiles si los reinterpretamos con mirada crítica. No se trata de sustituirlos, sino de acompañarlos, dialogar con ellos y usarlos como punto de partida para educar con sentido.
Profundidad educativa – combinar tradición y actualidad
Más allá de las críticas, los cuentos tradicionales conservan un valor educativo profundo si se utilizan de manera consciente.
Recordemos que, entre los 4 y los 8 años, los niños interpretan el mundo desde categorías simples -bueno/malo, justo/injusto, héroe/villano-. En esta etapa, los símbolos claros, las repeticiones y los desenlaces absolutos de los cuentos antiguos ayudan a estructurar su comprensión moral y emocional.
El verdadero reto no está en descartarlos, sino en acompañarlos con diálogo y reinterpretación: leerlos juntos, comentar sus mensajes y contrastarlos con historias actuales que ofrezcan otros modelos de comportamiento o diversidad de roles.
Combinar ambos tipos de narrativas -las de siempre y las nuevas- enriquece la educación literaria y emocional de los niños. Los cuentos clásicos aportan estructura y mito; los modernos, reflexión y matices. Así, el niño no solo disfruta de la historia, sino que aprende a mirar el mundo con distintos prismas, desarrollando empatía, criterio y pensamiento crítico.

El verdadero aprendizaje surge del contraste. Al ofrecer a los niños tanto cuentos clásicos como actuales, les damos la oportunidad de mirar el mundo desde distintas épocas, valores y perspectivas, desarrollando pensamiento crítico y empatía.
Nuevas adaptaciones: cuentos clásicos y modernos
A pesar de toda esta crítica, resulta innegable que a nuestros peques les interesa este tipo de narraciones: los «cuentos de toda la vida» continúan gustando. Destacan el tipo de personajes reducido y muy tipificado, identificable por una cualidad, el desarrollo entretejido de elementos fantásticos y extraordinarios y los cambios absolutos, uno de los pocos recursos capaces de adaptarse a la psique infantil. Con respuestas extremas a las acciones, ausencia de intención u otras causas y respuestas simplistas, con un valor atemporal, sencillo y lineal, el cuento tradicional se digiere, motiva, gusta y entretiene a los niños.
Aun así, con el transcurrir de los años, y para tratar de equilibrar estas nuevas inquietudes y ganar el visto bueno de la sociedad, los cuentos se fueron transformando. Además, la posibilidad de plasmarlos en papel y en masa ayudó a que las tiradas de final del siglo XIX y principios del XX fuesen las que más calaran en el colectivo. Son las que se podían leer en algunos colegios, las que, con muchísima suerte, alguien llegase a tener estos en casa, pudiendo volver a disfrutar sus historias una y otra vez y siendo, desde luego, las más recurridas.
Así es como llegamos a disfrutar de los cuentos modernos. Esto son narraciones escritas que rompen los moldes clásicos o bien los transforman por completo para obtener un recurso de mayor o mejor moralidad, más acorde al momento empático, social y a la vez autónomo que se vive.
En España destacamos la importancia de la editorial Calleja, que tuvo el monopolio de la narrativa para niños durante décadas; ¿Nunca has escuchado eso de «tener más cuento que Calleja»? Luis Coloma con Ratoncito Pérez o Juan Valera con El pájaro verde son dos artistas que, sin duda, tampoco pueden quedar en el olvido.

Las adaptaciones modernas muestran que la literatura infantil no es estática: evoluciona con la sociedad. Reescribir un cuento es reescribir la manera en que entendemos la infancia y la educación.
Los cuentos modernos y su valor educativo actual
Otro paso en la transformación de la literatura infantil es incorporar nuevos elementos que atraigan y que, a su vez, sean representativos del mundo actual. De este modo, tendremos opciones igual de enriquecedoras de lo que son los cuentos de antaño pero aún más útiles a la hora de hacer que los niños se involucren.
- ¿Existen, de verdad, los cuentos modernos?
Tal vez se trate de un nuevo género o tipo que se caracteriza por usar elementos de la vida y el mundo actuales.
Porque, si los investigamos bien, no todo es novedoso. La fantasía sigue recogiendo elementos de épocas pasadas, siendo difícil -por falta de atractivo- el introducir sus sustitutos actuales. Por ejemplo, seguimos prefiriendo que un mensajero a caballo o en un burro venga con una misiva a que sea el repartidor de Amazon en una furgoneta de alquiler; ¿por qué?¿Acaso vemos muchos carteros cabalgando animales a día de hoy? El patrimonio histórico del cuento popular sigue imperante, y transformamos lo que podemos.
Por supuesto, sí damos con particularidades nuevas, pero, ¿son suficientes para afirmar que hemos cambiado los cuentos?¿O… como decía, el cuento actual es un tipo de cuento que combina elementos de diferentes épocas?

Los cuentos contemporáneos actualizan los temas y lenguajes y, a menudo, replantean la función educativa del relato. Frente a la moral rígida y los arquetipos del cuento clásico, los autores contemporáneos buscan diversidad, pluralidad, empatía y pensamiento crítico.
En estas narraciones, los protagonistas ya no son príncipes o princesas perfectos, sino niños y niñas que cometen errores, dudan y aprenden de sus emociones. Los villanos pueden transformarse, y la resolución del conflicto no siempre pasa por la fuerza o la magia, sino por la colaboración, la comunicación o la reflexión personal.
Se habla del presente, del aquí y del ahora. Presentan estructuras más simples pero realistas, sin tanta repetición ni divagación (útil para los no lectores pero aburrido conforme cumples años), concretando muy bien las acciones.
Podríamos decir que se han escrito para ser leídos, no contados. Y tiene sentido si consideramos que pasamos menos tiempo con nuestros hijos y, una parte importante de padres, se empeña en que su hijo vaya adelantado en todo, que sea autónomo (de más), que no necesite a nadie para nada y que, por tanto pueda sentarse a solas con un libro desde la más pronta infancia.
Con niños acostumbrados a otros medios de comunicación, la palabra por sí sola puede, en ocasiones, no resultar suficiente. Se debe agilizar el ritmo de la narración y ofrecer métodos multisensoriales y multidimensionales (como para los recién nacidos, ¡fíjate!).
Son un recurso ideal para trabajar educación emocional, coeducación y valores sociales. Además, fomentan la lectura activa y el interés personal: los niños se identifican con personajes reales y dialogan con la historia en lugar de limitarse a recibir una moraleja cerrada.
Recordemos que en la etapa de desarrollo moral y social (de 6 a 12), los niños comienzan a comprender la ambigüedad y la empatía, y necesitan modelos narrativos que reflejen estos elementos complejos.
Autores como Roald Dahl, Gianni Rodari o Michael Ende ya abrieron el camino a un cuento más irónico y creativo, donde la imaginación se pone al servicio del pensamiento crítico. Hoy, títulos como El Principito, Matilda o Las princesas también se tiran pedos continúan esta herencia, invitando a los lectores a mirar el mundo desde otros prismas, sin perder la magia del relato.
Los cuentos contemporáneos reflejan los desafíos emocionales y sociales de hoy. Enseñan a los niños que la magia no está reñida con la empatía y que la lectura puede ser también un espejo del presente.
Tabla resumen tipos de cuentos por origen
| Tipo de cuento | Origen | Transmisión | Autor | Ejemplos | Características principales |
|---|---|---|---|---|---|
| Popular | Folclore, cultura del pueblo | Oral | Anónimo | El gato con botas | Nace del pueblo, refleja valores, miedos y creencias colectivas. Suele tener moraleja. |
| Tradicional | Versión heredada o adaptada de cuentos populares | Oral o escrita | Anónimo o adaptador | Caperucita Roja, Los tres cerditos | Transmitido de generación en generación; estructura simple y clara, con enseñanza moral. |
| Clásico | Literatura universal fijada por escrito | Escrita | Autores conocidos (Grimm, Perrault, Andersen) | Blancanieves, La bella durmiente, El patito feo | Versión literaria establecida y reconocida de populares o tradicionales; simbolismo claro, moraleja y personajes arquetípicos. |
| Moderno | Literatura de los siglos XIX–XX | Escrita | Autores identificados | Alicia en el País de las Maravillas, Matilda, El Principito | Rompe con los moldes clásicos; mezcla fantasía y reflexión; personajes más complejos y críticos. |
| Actual | Literatura contemporánea (siglo XXI) | Escrita y digital | Autores actuales | Cuentos para niñas rebeldes, Las princesas también se tiran pedos | Temas emocionales, sociales y educativos; lenguaje cercano, inclusivo y adaptado a la infancia actual. |
Es importante destacar que cada categoría no sustituye a la anterior, sino que amplía la forma en que los niños se relacionan con las historias.
Cuentos por edades: cómo elegir la historia adecuada para cada etapa
A nadie sorprende que hacer una clasificación efectiva sobre los cuentos por edades es más que necesario para que este recurso sea realmente útil.
No todos los cuentos valen para todas las edades. Puede ser porque no se entienden, porque no se sabe leer, porque hablan de temas que el peque no está preparado para conocer, porque no resultan atractivos, porque requieren más atención de la que tu hijo puede mantener… Cada historia tiene su momento y voy a intentar ayudarte a que escojas las mejores para tus peques.
Lo que debes saber, de manera muy resumida, sobre los cuentos infantiles según etapa es lo siguiente:
| Etapa lectora | Edad orientativa | Tipo de cuento | Objetivo principal | Ejemplos |
|---|---|---|---|---|
| Bebés | 0–2 años | Sensoriales, repetitivos, visuales | Estimular sentidos, ritmo y vínculo afectivo | Buenas noches, luna, Cocodrilo al agua |
| Preescolar | 2–5 años | Narraciones breves con repeticiones y personajes familiares | Desarrollar lenguaje, memoria e imaginación | A qué sabe la luna, Los tres cerditos |
| Primeros lectores | 5–7 años | Cuentos con estructura simple y letra clara | Favorecer autonomía lectora y comprensión básica | Elmer, La cebra Camila |
| Lectores | 7–12 años | Aventuras, humor o reflexión moral | Estimular pensamiento crítico y empatía | Matilda, El Principito, Momo |
Cuentos para bebés (0-2 años)
Los primeros cuentos que debe conocer cualquier niño deben centrarse en la estimulación sensorial. Los bebés no pueden seguir tramas; sólo al final de esta etapa el niño podrá ser capaz de escuchar una historia sencilla, de unas muy pocas escenas, propia de su realidad (el cole, el parque, la hora del baño…).
De lo que sí disfrutan los más pequeños es del ritmo, la entonación (el cuento narrado) y las imágenes contrastadas. Por tanto, lo importante no es la historia, sino los estímulos sensoriales que ofrece el libro. Si escoges opciones con buenas rimas, canciones o gestos repetitivos ayudarás a que el tu hijo asocie palabras, emoción y movimiento.
Y ni qué decir tiene que al contar cuentos a un bebé desarrollamos el vínculo afectivo y auditivo: que reconozcan la voz del adulto, los sonidos y las repeticiones, el tono en según qué situaciones, la calidez del momento…
Busca opciones materiales resistentes, de tela, cartón o incluso de plástico para la bañera, con texturas, como que sean apretables, con pinchos de goma, imitación de pelaje animal, adhesivos… Por supuesto, las imágenes sencillas y contrastadas son esenciales a edades tempranas. En cuanto al texto, sólo preocúpate de que tengan frases muy cortas, si acaso.

Ejemplos: Besitos para mamá, ¿Dónde está el bebé?, Buenas noches, luna.
En esta etapa, lo importante no es la historia sino la experiencia sensorial y afectiva que la acompaña. Contar cuentos a un bebé es una forma de decirle: “te escucho, te miro y estoy contigo”.
Cuentos para preescolar o prelectores (2-5 años)
A partir de los dos años, los niños comienzan a seguir pequeñas secuencias narrativas y disfrutan reconociendo patrones. Algunos puede que lo hagan -y dejen constancia- incluso antes, como era el caso de mi Jeris, que con 16 meses ya sabía y disfrutaba las repeticiones del cuento «¿Qué ha sido eso?».
Así, los cuentos para educación infantil deben tener estructura repetitiva, personajes simples y finales claros, donde el niño pueda anticipar lo que ocurre. Esto vendrá genial -y verás cómo lo agradeces- para que el niño interiorice hábitos y se acople a las rutinas. Con rimas, juegos de palabras y diálogos nuestros peques participan más de la narración, pues pueden imitar, repetir, reír y comentar contigo.
En cuanto a la imagen, si bien sigue resultando importante, deja de ser tan instrumental. Ayuda a facilitar la representación mental de las escenas pero ya no deben resultar tan estimulantes a nivel visual.
También es un momento excelente para introducir valores como la cooperación, la amistad o la paciencia, siempre de forma simbólica y divertida. Ya los irá trabajando en la escuela infantil o al juntarse con otros niños en el parque o el vecindario. Así, le vendrá muy bien tanto reforzar aquello que ya conoce como utilizar los cuentos para enseñar valores nuevos que no hayáis tenido la oportunidad de ver hasta el momento.

Pero lo que no puede faltar, aunque mantengamos historias con elementos de su realidad, son los elementos ficticios y fantásticos. Los animales humanizados son tremendamente exitosos
📖 Ejemplos: A qué sabe la luna, El pollo Pepe, Los tres cerditos.
Los cuentos de esta edad enseñan a esperar, a anticipar, a disfrutar del ritmo y del juego. Son una puerta de entrada al lenguaje y al placer de imaginar junto a los demás.
Cuentos para primeros lectores (5-7 años)
Aquí los niños comienzan a leer de forma autónoma. Aún así, seguirán necesitando acompañamiento con algunos títulos (y por puro placer de compartir tiempo contigo).
Les atraen las historias con personajes identificables, letras grandes e ilustraciones expresivas. Los cuentos pueden tener capítulos breves o estructura lineal, con vocabulario comprensible y moralejas suaves. Es la edad ideal para despertar el gusto por la lectura.
📖 Ejemplos: La cebra Camila, Fray Perico y su borrico, Elmer, Un libro.
Aquí los cuentos se convierten en un puente hacia la autonomía lectora: historias breves, claras y con sentido que hacen que leer deje de ser un reto y se convierta en un descubrimiento.

Cuentos para lectores (7-12 años)
En esta etapa, los niños buscan historias con tramas más profundas y complejas, donde los personajes evolucionan y se multiplican y los conflictos plantean dilemas morales o emocionales. Esto permite que el niño tolere formatos más largos, lo que nos permite diversificar, muchísimo.
Empiezan a comprender la ironía, los distintos puntos de vista y los mensajes simbólicos. Los cuentos o libros ideales son aquellos que invitan a pensar, imaginar y sentir, sin dejar de entretener, por supuesto. Es también el momento en que pueden redescubrir los clásicos desde una nueva mirada o incluso podemos enseñar cómo eran los cuentos populares antes de que Disney los transformase.
📖 Ejemplos: Matilda, El Principito, Momo, Charlie y la fábrica de chocolate.

En esta etapa, los cuentos amplían horizontes. Permiten pensar, debatir, empatizar y reinterpretar el mundo desde la mirada ya casi adolescente que busca sentido propio.
Otros tipos de cuentos
La complejidad de este recurso hace que resulte difícil realizar clasificaciones completas en cuanto a tipos de cuentos para niños. Por ello, quiero terminar este punto sobre tipología hablándote de algunas otras obras que no hemos mencionado en las categorizaciones anteriores.
Estas categorías recuerdan que la literatura infantil es tan diversa como las culturas del mundo. Cambian los escenarios, pero el propósito se mantiene: aprender jugando con la palabra.
Cuentos de hadas
Aquí se incluyen todas aquellas narraciones en las que aparecen personajes fantásticos, lugares encantados, tierras inexistentes y tiempos remotos. La historia se desarrolla en un mundo de magia y fantasía sin limitaciones.
Como punto a considerar, tienen un final feliz, generalmente dado tras un triunfo enorme.
Cuentos míticos o legendarios
Nacen de mitos lejanos que explican hechos misteriosos. Por lo general, están basados en hazañas de auténticas figuras heroicas, capaces de resolver situaciones imposibles.

Aunque no siempre es así. Por ejemplo, El hombre del saco es una narración espeluznante que nace a partir de una historia real ocurrida hace poco más de un siglo en España: un crimen; en efecto, no tiene nada de heroico.
Otros ejemplos que sí resultan más grandiosos son Simbad el marino o La leyenda del Sol y la Luna.
Cuentos espontáneos
Se trata de las narraciones que se consiguen fruto de la improvisación del momento. Generalmente, aparecen para enseñar, tranquilizar o, simplemente, entretener. Al tiempo, se aprovecha el hecho de la inventiva del narrador para crear una proximidad personalizada.
El coco (cuco, Boogeyman, Sack Man o Krampus, según la cultura) es un arquetipo universal asustaniños que aparece con el objetivo de disciplina moral. Se lleva/come a los niños que no obedecen o que han sido malos.
Otro ejemplo sería Todos hacemos caca, de Guido van Genechten. En este, una ratita se fija en lo que hacen otros animales para dejar de usar pañal y terminar sentándose en el orinal.
Fábulas
La fábula es una narración corta en la que los protagonistas son siempre animales humanizados. Es común que cada animal represente una cualidad, característica o rol. Así, seguramente en todas veas que la oveja es sumisa o que el zorro es astuto.

El segundo de los puntos que definen esta narrativa es que ofrecen un precepto moral práctico. La historia, que suele incluir metáforas y sátira, se desarrolla de manera que, al terminar la fábula, podemos aprender algo de ella.
El infinito valor educativo de los cuentos
A estas alturas, a nadie sorprenderá leer que podemos usar los cuentos como herramienta educativa.
Con un relato breve, que se disfruta de una sola vez, podemos sedimentar y robustecer las funciones cognitivas (placer, sensibilidad, fantasía, imaginación) de nuestros pequeños. Así mismo, son la base que permite ajustar un equilibrio entre la realidad y los sueños, recurso que ayuda a los niños a hacer frente al mundo actual.
Los cuentos infantiles ocupan un lugar fundamental en la vida de nuestros hijos, siendo capaces de:
- Nutrir y enriquecer la fantasía, ampliando el mundo de la experiencia.
- Favorecer la maduración integral de la personalidad.
- Poner en contacto al niño con el mundo real.
- Iniciar a los niños en un código moral.
- Favorecer momentos de diálogo y encuentro afectivo.
- Ayudar a descargar ansiedad o agresividad, a eliminar o difuminar miedos e inquietudes…
- Funcionar como terapia.
Elementos del cuento con valor educativo
No te imaginas la cantidad de aspectos que dotan estas narraciones de calidad educativa. En todas vas a encontrar varios de ellos por lo que, simplemente con leer, estarás consiguiendo que tu hijo aprenda. Pero, es que, si, además, dedicas tiempo a escoger sabiamente los títulos, podrás diseñar una biblioteca pedagógica única, adaptada expresamente a los gustos y valores de casa y a las necesidades del propio niño.
Elementos lingüísticos
Es indudable que una de las maneras más evidentes del cuento para educar es la aproximación que tiene el niño a las palabras. En este camino recorre desde la entonación hasta las estructuras sintácticas que, años después, aprenderán a desgranar en el colegio.
Se ejercita la escucha, favoreciendo la correcta discriminación auditiva, se aprende vocabulario, se ejercita la repetición y mejora la comprensión.
Poco a poco, el niño va contando con herramientas para organizar su pensamiento y, por supuesto, las estructuras lingüísticas.
Con el cuento, nuestros hijos practican el desarrollo de la expresión y la comprensión oral.
Elementos ambientales
Estos aproximarán al niño al conocimiento de entornos geográficos, acontecimientos históricos e incluso algo de cultura general. La selva, la corte y el castillo, el mar, la prehistoria…
Este podrá analizar su entorno inmediato e investigarlo, hacer comparaciones, reconocer espacios…
Elementos expresivos
Son todos aquellos recursos que sirven para desarrollar la interpretación. Hablamos de:
- Dinamismo.
- Riqueza de personajes.
- Ilustraciones capaces de reflejar de manera plástica las cualidades y trabajar el simbolismo.
- Sentimientos tales que nos muevan, que nos hagan expresar lo que llevamos dentro y deseamos así como interpretar lo que ocurre.
- Las repeticiones, retahílas y cancioncillas también aproximan al niño al desarrollo musical.
Elementos psicológicos
Con la identificación de los personajes y la toma de decisiones de estos, nuestros hijos comienzan a saber más sobre la naturaleza humana, aprende a solucionar conflictos, a tolerar y gestionar emociones negativas, a detectar diferentes puntos de vista y empatizar…
Elementos conductuales y sociales
Muestran al niño en qué consisten los diversos hábitos, qué sociales se espera que cumpla con sus iguales, con los familiares, con desconocidos, en qué consiste el civismo…
Elementos conceptuales del cuento infantil

El cuento también cumple una función esencial en la adquisición de conceptos. A través de sus historias, los niños descubren y comprenden nociones del mundo que los rodea: qué es la playa, cómo se comportan los animales, qué sucede cuando llueve o cómo se organiza una familia. Cada relato abre una ventana a nuevos conocimientos, permitiendo que el niño relacione lo escuchado con sus propias experiencias y amplíe así su comprensión del entorno
De esta manera, el cuento no solo entretiene, sino que enseña vocabulario y conceptos fundamentales de forma natural y significativa. Los escenarios, los objetos y las acciones que aparecen en las narraciones se convierten en herramientas cognitivas que ayudan al niño a estructurar su pensamiento, ordenar la realidad y construir su propio marco de referencia del mundo.
Elementos simbólicos e imaginativos
Indudablemente, el cuento permite desarrollar la fantasía. El niño puede identificarse con el protagonista al compartir deseos con él Al transformar los sentimientos en símbolos que aparecen en la narración, somos capaces de entendernos, verlos desde fuera y, poco a poco, manejarlos.
Valores que enseñan los cuentos
En cada cuento, visible o escondido, hay un valor que se transmite. Estas pequeñas historias funcionan como espejos donde los niños observan las consecuencias de las acciones, aprenden sobre la justicia, la bondad, la generosidad o el esfuerzo, y comprenden que cada decisión tiene un peso.
Los valores no se imponen, se descubren. A través de los personajes, el niño experimenta la empatía, se conmueve ante la amistad, reconoce el miedo, la pérdida o la alegría, y poco a poco interioriza un código moral que hará propio. De esta manera, el cuento se convierte en una guía silenciosa que orienta su comportamiento y le ayuda a diferenciar el bien del mal, lo justo de lo injusto.
También fomenta el respeto y la cooperación. En las tramas colectivas, los niños aprenden la importancia de la ayuda mutua, la solidaridad y la convivencia. Los héroes que comparten, los amigos que se reconcilian, o los personajes que aprenden de sus errores, son modelos simbólicos que dejan huella emocional y educativa.
Así, los cuentos no solo enseñan valores, sino que los hacen vivir. A través del juego, la emoción y la palabra, los niños los sienten como algo propio, integrándolos de manera natural en su día a día.
En definitiva, los cuentos son un aula sin paredes: enseñan a pensar, sentir, convivir y disfrutar. En ellos se cruzan la emoción, la cultura y el desarrollo, convirtiéndose en una de las herramientas más completas para educar.
BONUS: Actividades y juegos con cuentos
Actividades para hacer después de leer un cuento
Creo que queda más que de manifiesto la importancia de los cuentos en la educación. Sin embargo, podemos ir todavía un paso más allá y descubrir las actividades con cuentos.
¿Qué son? Ni más ni menos que infinitas maneras de seguir aprendiendo de una manera divertida y diferente, usando el cuento como base.
Después de disfrutar de la narrativa, de manera inmediata, pasando horas o puede que al día siguiente, puedes proponer alguna actividad relacionada que ayudará, entre otras cosas, a que el niño eche la vista atrás, trabaje la memoria y reviva experiencias.
Como ejemplos, entre muchísimos otros, tenemos:
- Hacer un dibujo. Puede representar el final (o un final alternativo), su escena favorita, un personaje… Y quien dice un dibujo, dice una figura de plastilina o de arcilla, o dice que sea abstracto.

- Trabajo conceptual didáctico. Practicamos conceptos usando elementos del cuento recién visto: conceptos lógico matemáticos (grande/pequeño, dentro/fuera, cantidades…), vocabulario general, memoria… ¿Quién estaba dentro de la casa de la abuelita?¿Cómo es Pulgarcito?¿Cuántos hermanos cerditos había? La cantidad de ejercicios al respecto es infinita.
- Más literatura. Los niños pueden representar el cuento haciendo uso de otros géneros literarios, por ejemplo, con un teatrillo o creando una tira cómica de una escena que le haya encantado (que luego pegaréis en la nevera). De hecho, los adultos también podemos. el próximo día le contaremos el mismo cuanto a nuestro pequeño usando guiñoles sencillos. Otro juego muy chulo es contar la historia desde la perspectiva de otro personaje: ¿Qué crees que diría el lobo que engaña a Caperucita?¿Se justificaría diciendo que estaba muy hambriento?
- Conversaciones. Puedes encaminar las conversaciones siguientes de diferentes maneras. Podemos, simplemente, hacer cuestiones para ver qué recuerdan, hacer comparativas («Se ha caído la manzana como le pasó a Súper López», «¿Prefieres comer tomate como Pepito o pepino como Juanito?»), animarlo a pensar («¿Por qué crees que Caperucita…?»)… Puedes conversar del cuento, de hecho, mientras haces otra actividad (ej. busca las diferencias y, mientras tanto decir «¡Ah, es cierto!¡El gusano dormía debajo de la manzana!no estaba dentro!»).
Y, como estas, hay incontables opciones que van a lograr que el niño aprenda todo lo posible a partir de una narración sencilla.
El rol lúdico del cuento: jugar y aprender a través de las historias
El cuento no solo se escucha, se vive y se juega. En el momento en que los niños dramatizan una historia, inventan finales alternativos o se convierten en los personajes, el relato se transforma en una experiencia completa: sensorial, emocional y cognitiva.
Jugar con los cuentos es leer con el cuerpo, con la voz y con la emoción.
Desde el punto de vista del desarrollo infantil, el juego narrativo consolida la memoria, el lenguaje, la creatividad y la empatía. El niño experimenta roles, comprende emociones y ejercita la toma de decisiones dentro de un entorno seguro y simbólico. Cuando Caperucita se disfraza o el lobo se convierte en un muñeco de guiñol, lo que se está desarrollando no es solo la imaginación, sino también la comprensión social y emocional.
💡 Ejemplo práctico:
Después de leer Los tres cerditos, los niños pueden construir sus casas con distintos materiales (papel, cartón, pajitas) y comprobar cuál resiste mejor el soplido del viento. De este modo, el cuento se convierte en un laboratorio de ciencia, arte y colaboración.
Pero su capacidad lúdica no se refiere a que después podamos hacer actividades, como ya hemos visto. La narración cuenta, de por sí, con elementos que hacen que el niño disfrute, ría, se sorprenda, viva intensamente sentimientos que disfruta, etc.
La atemporalidad dispara la imaginación, la invención y el disfrute que ello supone. La metamorfosis y el animismo son divertidos persé. Los seres mágicos y los poderes engrandecen y eliminan límites, lo que hace que el niño disfrute más.
En resumen, el rol lúdico de los cuentos infantiles educativos reside en su capacidad para convertir la lectura en una aventura donde pensar y jugar son la misma cosa.

¿Qué aporta un cuento al desarrollo infantil? Beneficios de la lectura para niños
Los beneficios de los cuentos para niños son amplísimos y atraviesan todas las áreas del desarrollo. Leer o escuchar cuentos desde la primera infancia no solo entretiene, sino que estructura el pensamiento, fortalece el lenguaje y moldea la personalidad emocional y social.
Entre los principales aportes encontramos:
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Desarrollo cognitivo. Mejora de la memoria, la atención y la comprensión lógica.
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Desarrollo del lenguaje. Ampliación del vocabulario, mejor pronunciación y entonación.
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Desarrollo emocional. Identificación y gestión de emociones propias y ajenas.
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Desarrollo social. Aprendizaje de valores, empatía, cooperación y resolución de conflictos.
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Desarrollo creativo. Estimulación de la imaginación, la curiosidad y la capacidad simbólica.
Cada cuento, por sencillo que parezca, es una semilla de aprendizaje integral. De hecho, muchos psicólogos y pedagogos coinciden en que contar un cuento al día equivale a un ejercicio completo de educación emocional y lingüística.
Por eso, en educación infantil, los cuentos son tan valiosos como los juegos o las canciones: son una forma de crecer jugando.
Por supuesto, te invito a que hagas la siguiente lectura👇, mucho más extensa:
Lecturas y ejemplos recomendados
No todos los cuentos enseñan lo mismo, pero cada uno deja una huella diferente. Aquí tienes algunos ejemplos de cuentos infantiles que combinan educación, emoción y diversión, perfectos para distintas edades.
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- “A qué sabe la luna” (Michael Grejniec). Enseña cooperación y trabajo en equipo.
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- “El monstruo de colores” (Anna Llenas). Ideal para trabajar emociones desde los 3 años.
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- “La cebra Camila” (Marisa Núñez). Muestra el valor de la identidad y la autoaceptación.
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- “Matilda” (Roald Dahl). Un clásico que celebra la inteligencia, la lectura y la autonomía.
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- “Las princesas también se tiran pedos” (Ilan Brenman). Rompe estereotipos con humor y cercanía.
Estos títulos ilustran cómo los cuentos y el desarrollo infantil van de la mano: cada historia ayuda a comprender el mundo desde un ángulo distinto, a veces tierno, otras divertido, siempre educativo.
Y, por supuesto, no podemos olvidar los cuentos divertidos para niños, aquellos que arrancan carcajadas y generan placer por la lectura sin más pretensiones. Porque reír también es aprender.
Conclusión: el cuento como herramienta para crecer
Los cuentos infantiles educativos no solo entretienen; ninguno se destina exclusivamente a eso. Construyen pensamiento, lenguaje y valores. Son la primera forma que tiene el niño de ordenar el mundo, y, si me preguntas a mí, también, la más bella. Por eso, leer juntos sigue siendo el mejor acto educativo que existe.
