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👉 Fuente: UNICEF
Un informe conjunto de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y UNICEF advierte que, a pesar de algunos avances, cerca de 138 millones de niñas y niños en todo el mundo siguen en situación de trabajo infantil, muchos de ellos realizando tareas peligrosas que ponen en riesgo su desarrollo y su acceso a la educación.
Según las últimas estimaciones globales, publicadas en 2025, aproximadamente 138 millones de niños y niñas de entre 5 y 17 años estaban implicados en alguna forma de trabajo infantil en 2024. De ellos, alrededor de 54 millones realizan trabajos peligrosos que pueden afectar gravemente a su salud, su seguridad o su bienestar emocional.
Un avance positivo, pero insuficiente
El informe señala que el número total de niños en trabajo infantil ha disminuido en más de 20 millones desde 2020, revirtiendo parcialmente el repunte observado durante años anteriores. Sin embargo, el ritmo de reducción actual no es suficiente para alcanzar el objetivo global de erradicar el trabajo infantil, fijado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Los expertos advierten de que, sin un refuerzo claro de las políticas públicas y de la protección social, este progreso corre el riesgo de estancarse o incluso revertirse, especialmente en contextos de crisis económica, conflictos o emergencias climáticas.
Qué implica realmente el trabajo infantil
El trabajo infantil no se refiere a pequeñas colaboraciones ocasionales en el entorno familiar. Se considera trabajo infantil cuando interfiere con el derecho del niño a la educación, limita su desarrollo físico o emocional o le expone a situaciones peligrosas o explotadoras.
Sectores como la agricultura, la minería o el trabajo doméstico informal concentran buena parte de estos casos. África subsahariana sigue siendo la región más afectada, aunque el problema está presente en todos los continentes.
Derechos, educación y protección: un enfoque inseparable
Desde UNICEF y la OIT insisten en que erradicar el trabajo infantil es, ante todo, una cuestión de derechos fundamentales. El acceso a una educación de calidad, la protección frente a la explotación y el derecho al juego y al descanso están estrechamente vinculados.
La evidencia muestra que invertir en educación temprana, sistemas de protección social y empleo digno para adultos es una de las vías más eficaces para prevenir que los niños se vean obligados a trabajar.
Qué implica para las familias y la infancia
El trabajo infantil tiene consecuencias profundas y duraderas:
- Limita el desarrollo cognitivo, social y emocional de los niños.
- Aumenta el riesgo de abandono escolar y perpetúa ciclos de pobreza.
- Debilita la protección de la infancia en contextos vulnerables.
El informe subraya que apoyar a las familias mediante ayudas económicas, servicios sociales y educación accesible es clave para que ningún niño tenga que trabajar para sobrevivir.
A pesar de los avances, el mensaje es claro: la erradicación del trabajo infantil sigue siendo un reto urgente y global, que requiere compromiso político, inversión sostenida y una mirada centrada en el bienestar y los derechos de la infancia.
