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👉 Fuente: AP News
El uso de inteligencia artificial para crear imágenes y vídeos falsos de estudiantes -conocidos como deepfakes- está generando nuevas formas de acoso escolar que preocupan a familias, docentes y autoridades educativas, especialmente por su impacto psicológico y la dificultad para prevenirlos.
Las escuelas se enfrentan a una amenaza que hasta hace poco parecía propia de la ciencia ficción. En varios estados de EE. UU., docentes y familias alertan del aumento de casos de ciberacoso mediante deepfakes, contenidos manipulados con inteligencia artificial que colocan el rostro de un menor en imágenes o vídeos falsos, a menudo de carácter sexual o humillante.
A diferencia del acoso digital tradicional, estas creaciones no requieren habilidades técnicas avanzadas: bastan aplicaciones accesibles y una fotografía tomada de redes sociales o grupos escolares. El resultado puede difundirse en minutos y permanecer en línea incluso después de ser denunciado.
Qué hace que los deepfakes sean especialmente dañinos en la infancia
Desde el punto de vista psicológico, el daño no reside solo en la difusión del contenido, sino en la pérdida de control sobre la propia imagen. En edades escolares, la identidad personal y social está aún en construcción, y verse asociado a un contenido falso puede provocar ansiedad, vergüenza intensa, retraimiento social y dificultades académicas.
Especialistas en salud mental infantil señalan que este tipo de acoso:
- Aumenta el riesgo de síntomas depresivos.
- Dificulta la asistencia y participación escolar.
- Afecta a la confianza en adultos y figuras de protección.
- Puede dejar secuelas emocionales a largo plazo si no se interviene pronto.
Respuesta legal y educativa: ¿llegan a tiempo las medidas?
Ante la gravedad del fenómeno, algunos estados estadounidenses han comenzado a aprobar leyes específicas contra el uso de deepfakes con menores, diferenciándolos del ciberacoso convencional. Estas normas buscan acelerar la retirada de contenidos, endurecer sanciones y obligar a plataformas digitales a actuar con mayor rapidez.
Sin embargo, el entorno escolar sigue siendo un espacio clave de prevención. Expertos en educación digital insisten en que la alfabetización tecnológica debe incluir ahora la comprensión crítica de la inteligencia artificial, no solo como herramienta creativa, sino también como posible fuente de daño.
El papel de las familias y los centros educativos
La prevención no pasa únicamente por prohibir el uso de dispositivos. Lo que más protege a niños y adolescentes es contar con adultos informados y accesibles. Algunas estrategias recomendadas incluyen:
- Hablar abiertamente sobre el uso de imágenes propias en redes y grupos privados.
- Enseñar a identificar contenidos manipulados o sospechosos.
- Establecer protocolos claros en los centros educativos para actuar ante denuncias.
- Priorizar el acompañamiento emocional de la víctima por encima del castigo inmediato.
La escuela, además de un espacio académico, sigue siendo un entorno de socialización que debe adaptarse a riesgos emergentes sin culpabilizar a los menores.
Una cuestión de derechos y bienestar infantil
El auge de los deepfakes plantea un debate más amplio sobre el derecho de niños y adolescentes a la protección de su imagen y su dignidad digital. En un contexto donde la tecnología avanza más rápido que las normas sociales, la educación emocional, digital y jurídica se vuelve inseparable.
Proteger a la infancia hoy implica entender que los riesgos ya no son solo físicos o visibles, sino también virtuales, virales y profundamente emocionales.
Recursos complementarios sobre infancia, tecnología y protección digital
- Digital Citizenship in Education, OECD.
- Protecting Children from Cyberbullying, American Psychological Association.
- AI and Children: Guidance for Policymakers, UNICEF.
