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👉 Fuente: PBS
El estado de Nueva Jersey ha aprobado una nueva normativa que restringe el uso de teléfonos móviles en las escuelas públicas con el objetivo de mejorar la concentración, el clima escolar y el bienestar emocional del alumnado, reabriendo el debate sobre el papel de la tecnología en la infancia y la adolescencia.
Las aulas estadounidenses llevan años enfrentándose a un desafío silencioso pero constante: la presencia permanente del teléfono móvil en la vida escolar. En respuesta a esta realidad, Nueva Jersey ha dado un paso decisivo al aprobar una ley que limita el uso de dispositivos móviles durante la jornada escolar, dejando en manos de los centros educativos la aplicación concreta de la norma, pero estableciendo un marco común para todo el estado.
La medida afecta a escuelas públicas de primaria y secundaria y busca reducir distracciones, mejorar la atención en clase y proteger la salud mental de niños y adolescentes. Aunque no prohíbe completamente los teléfonos, sí establece que su uso estará restringido durante las clases, salvo excepciones justificadas.
Por qué ahora: aprendizaje, atención y bienestar emocional
El debate sobre los móviles en la escuela no es nuevo, pero en los últimos años ha ganado urgencia. Docentes y equipos directivos alertan de que las interrupciones constantes, la multitarea digital y la presión social online dificultan la concentración sostenida y el aprendizaje profundo.
Desde la psicología educativa se sabe que la atención sostenida es una habilidad en desarrollo durante la infancia y la adolescencia. La exposición continua a estímulos digitales fragmentados puede interferir en ese proceso, especialmente en edades tempranas, cuando el autocontrol y la autorregulación aún se están formando.
Además, los centros escolares han observado un aumento de conflictos relacionados con redes sociales, mensajes durante el horario lectivo y situaciones de acoso digital que se trasladan al aula, afectando al clima escolar.
Qué contempla la normativa
La ley aprobada en Nueva Jersey establece un marco general que los distritos deberán concretar, pero incluye principios comunes:
- Limitación del uso de teléfonos móviles durante las clases.
- Posibilidad de excepciones por motivos médicos, necesidades educativas especiales o seguridad.
- Autonomía de los centros para definir cómo se guardan los dispositivos durante el horario lectivo.
- Comunicación clara con las familias sobre las normas y su aplicación.
El objetivo no es sancionar, sino crear entornos de aprendizaje más favorables, donde el foco vuelva a estar en la interacción, la escucha y la participación.
El papel de las familias en este cambio
Para muchas familias, esta normativa supone un alivio, pero también genera preguntas. El teléfono se ha convertido en una herramienta de contacto y seguridad, especialmente en adolescentes. Por eso, la medida insiste en la importancia de coordinar escuela y hogar.
Desde una perspectiva educativa, el mensaje es claro: no se trata de demonizar la tecnología, sino de aprender a usarla con sentido, estableciendo tiempos y espacios adecuados. La escuela marca un límite; la familia lo refuerza y lo explica.
Algunas recomendaciones habituales para acompañar este proceso son:
- Hablar con los hijos sobre el porqué de la norma, no solo sobre la norma en sí.
- Acordar usos responsables del móvil fuera del horario escolar.
- Diferenciar claramente entre tiempo académico, tiempo social y tiempo de descanso digital.
Tecnología sí, pero con intención pedagógica
La ley no cuestiona el valor educativo de la tecnología cuando se utiliza con un propósito claro. De hecho, muchas escuelas seguirán empleando tabletas, ordenadores o aplicaciones digitales como parte del currículo. La diferencia es que el teléfono personal deja de ser un elemento omnipresente.
Esto conecta con una idea clave en educación: la tecnología es una herramienta, no el centro del aprendizaje. Cuando se usa de forma planificada, puede enriquecer la enseñanza; cuando irrumpe sin límites, puede empobrecerla.
Una tendencia que va más allá de Nueva Jersey
Nueva Jersey no está sola. Otros estados y países están revisando sus políticas sobre dispositivos móviles en el aula, impulsados por preocupaciones similares sobre atención, salud mental y convivencia escolar.
Estas decisiones reflejan un cambio de mirada: proteger el desarrollo infantil y adolescente también implica poner límites, incluso cuando esos límites no son populares a corto plazo.
