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👉 Fuente: La Vanguardia
Según el psicólogo Álex Letosa, nacer en diciembre puede condicionar el futuro de un niño en ámbitos como el rendimiento escolar, el deporte y la autoestima, debido al llamado “efecto de edad relativa”, un sesgo que favorece a quienes nacen a principios de año frente a quienes llegan al final del periodo educativo.
¿Qué es el efecto de edad relativa?
El efecto de edad relativa es un fenómeno bien documentado en psicología educativa y deportes que se refiere a la diferencia de madurez entre niños agrupados por año académico o deportivo, cuando algunos son hasta 11 meses mayores que otros aunque estén en la misma clase o grupo. En contextos donde el corte de edad coincide con el año natural, un niño nacido en enero puede tener una ventaja física, cognitiva y emocional sobre otro nacido en diciembre del mismo año.
Álex Letosa, psicólogo educativo y logopeda, señala que ese desfase de casi un año puede parecer pequeño, pero tiene consecuencias acumulativas: “El más pequeño del grupo parece más inquieto, menos preparado y se etiqueta antes”, advierte, con mayor probabilidad de repeticiones de curso o diagnósticos de dificultades de aprendizaje o TDAH, no por menor capacidad, sino por menor madurez al inicio de la escolarización.
Este sesgo aparece no solo en la escuela, sino también en el deporte juvenil, donde quienes nacen en los primeros meses del año suelen recibir más oportunidades de entrenamiento, refuerzos positivos y selección en equipos competitivos.
¿Qué dice la investigación científica?
La literatura académica respalda la noción de que el mes de nacimiento puede correlacionarse con diferencias en resultados educativos y sociales, aunque los mecanismos pueden variar según el contexto educativo y cultural. Estudios basados en cohortes escolares han encontrado que los niños nacidos más tarde en el año académico tienden a tener resultados ligeramente más bajos en pruebas de rendimiento escolar y habilidades no cognitivas durante la infancia, aunque estas diferencias pueden disminuir con la edad.
Algunas investigaciones internacionales señalan que este tipo de efecto también puede observarse en diversas poblaciones, con “penalizaciones” escolares para niños más jóvenes dentro del mismo grupo, aunque la magnitud del impacto varía entre sistemas educativos y políticas de evaluación.
Además, hay trabajos que examinan cómo la estación de nacimiento en general -más allá de la edad relativa estricta- se ha relacionado con rasgos de salud física o mental a lo largo de la vida, aunque estos efectos suelen ser pequeños y complejos de interpretar. Por ejemplo, algunos estudios han observado asociaciones entre temporada de nacimiento y riesgos leves de ciertos trastornos neurológicos o condiciones de salud, aunque la evidencia no es concluyente y depende de múltiples factores ambientales y genéticos.
¿Significa esto que el futuro de un niño está “predestinado”?
No exactamente. Los expertos advierten que el efecto de edad relativa no determina el destino de un niño, sino que puede influir temporalmente -especialmente en la etapa escolar temprana- porque los grupos se forman por años naturales o cursos educativos. Muchos sistemas escolares ya reconocen este sesgo y adaptan prácticas para mitigarlo, incluyendo ajustes en las expectativas de aprendizaje, opciones de ingreso flexibles o programas que fomentan la diversidad de ritmos y estilos de desarrollo.
También hay que tener en cuenta que el mes de nacimiento no opera de forma aislada: el entorno familiar, el acceso a recursos educativos, la calidad de la enseñanza, la estimulación temprana y el acompañamiento emocional son factores que influyen mucho más en el desarrollo general de niñas y niños.
Qué pueden hacer familias y docentes
Reconocer este sesgo invisible puede ayudar a acompañar mejor a los niños nacidos hacia el final del año:
- Fomentar evaluación basada en progresión individual, no solo comparación con la media de la clase.
- Ajustar expectativas educativas al ritmo de desarrollo cognitivo y emocional de cada niño.
- Facilitar actividades extraescolares que estimulen la confianza, la motricidad y la atención, especialmente para los más jóvenes del grupo.
- Promover conversaciones con docentes sobre la flexibilidad en evaluaciones iniciales para reducir etiquetas prematuras.
Un enfoque que atienda las diferencias individuales y no solo la edad cronológica permite que las decisiones educativas se basen en capacidades reales y potencial, no en sesgos estadísticos.
