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👉 Fuente: National Geographic
Una revisión científica propone ampliar los límites tradicionales de la adolescencia y la juventud, un cambio con implicaciones directas en educación, salud mental, crianza y acompañamiento familiar.
Una nueva mirada científica al desarrollo humano
Durante décadas se ha asumido que la adolescencia finaliza alrededor de los 18 o 19 años. Sin embargo, un nuevo estudio internacional propone redefinir las etapas vitales, señalando que los procesos biológicos, psicológicos y sociales asociados a la adolescencia se prolongan mucho más de lo que tradicionalmente se pensaba.
La investigación, basada en evidencias neurobiológicas, endocrinas y sociales, sostiene que la adolescencia podría extenderse hasta los 24 años, mientras que la juventud abarcaría aproximadamente de los 25 a los 44. Este replanteamiento no responde a un cambio cultural aislado, sino a transformaciones reales en el desarrollo cerebral, la salud, la educación y las condiciones sociales actuales.
El cerebro adolescente: un desarrollo más largo y complejo
Desde la neurociencia se sabe que el cerebro humano no completa su maduración hasta bien entrada la veintena, especialmente las áreas relacionadas con la toma de decisiones, el control emocional y la planificación a largo plazo. Este dato resulta clave para comprender por qué muchas conductas asociadas a la adolescencia -impulsividad, búsqueda de identidad, sensibilidad emocional- siguen presentes en los primeros años de la adultez.
Desde una perspectiva educativa y psicológica, reconocer esta prolongación del desarrollo permite ajustar expectativas, evitando etiquetar como inmadurez lo que en realidad forma parte de un proceso evolutivo normal.
Cambios sociales que alargan las transiciones
El estudio también subraya el peso del contexto social. La prolongación de la formación académica, el retraso en la incorporación estable al mercado laboral, el acceso tardío a la vivienda y la postergación de la maternidad y paternidad han modificado profundamente el ritmo de las transiciones vitales.
En este escenario, muchas personas de 20 o incluso 30 años siguen necesitando apoyos familiares y educativos, algo que no debe interpretarse como fracaso, sino como una adaptación a una realidad social más compleja.
Para las familias, este cambio de mirada puede aliviar tensiones frecuentes en la crianza de adolescentes y jóvenes adultos, favoreciendo un acompañamiento más empático y ajustado a la etapa real de desarrollo.
Implicaciones para educación, salud y crianza
Replantear las etapas vitales tiene consecuencias prácticas relevantes:
- Permite diseñar políticas educativas más flexibles, adaptadas a ritmos de maduración diversos.
- Favorece estrategias de prevención en salud mental más ajustadas a las edades de mayor vulnerabilidad.
- Ayuda a las familias a comprender mejor las necesidades emocionales y cognitivas de hijos e hijas jóvenes.
- Reduce la presión social por “llegar a tiempo” a hitos vitales como la independencia o la estabilidad laboral.
Desde la pedagogía y la psicología evolutiva, acompañar sin infantilizar, pero sin exigir una autonomía prematura, se perfila como una de las claves para el bienestar emocional y el desarrollo saludable.
Una oportunidad para repensar cómo acompañamos
Este nuevo enfoque no busca eliminar límites, sino alinear las expectativas sociales, educativas y familiares con la evidencia científica. Reconocer que la adolescencia no termina de forma abrupta permite construir entornos más comprensivos, donde el error, la exploración y el aprendizaje sigan teniendo espacio.
Para madres, padres y educadores, este cambio invita a sostener, orientar y acompañar, entendiendo que el desarrollo humano no responde a fechas cerradas, sino a procesos continuos que requieren tiempo, apoyo y coherencia.
Recursos complementarios
- Psicología y desarrollo; ¿qué dice cada vertiente psicológica sobre cómo nos desarrollamos?, Pequeaprendices.
- Teorías del desarrollo social infantil explicadas fácil, Pequeaprendices.
- La salud mental de los adolescentes, Organización Mundial de la Salud.
- Estrategia de la UE para la juventud, Comisión Europea.
