👉 Fuente: The Guardian
Una investigación de la Universidad de Mánchester advierte de que uno de cada doce estudiantes de secundaria en Inglaterra pasa al menos una vez por semana en salas de aislamiento, una práctica que genera preocupación sobre el bienestar emocional y la eficacia educativa.
Una medida disciplinaria bajo escrutinio
El estudio, realizado entre más de 13.000 estudiantes británicos, revela que las llamadas isolation rooms —espacios donde se aparta temporalmente a los alumnos por comportamiento disruptivo— se han convertido en un recurso habitual en muchos institutos del país.
En algunos centros, su uso se justifica como parte de una estrategia para mantener la disciplina; en otros, como un mecanismo para “proteger el aprendizaje del grupo”.
Sin embargo, los investigadores advierten que esta práctica puede tener consecuencias psicológicas y sociales significativas, especialmente cuando se aplica con frecuencia o sin acompañamiento educativo.
Efectos en la salud mental y el aprendizaje
El informe señala que los alumnos que pasan por aislamiento reiterado muestran mayores niveles de ansiedad, menor motivación académica y un descenso en la asistencia escolar.
Según el equipo de la Universidad de Mánchester, el aislamiento puede derivar en autoimagen negativa, sentimiento de exclusión y una ruptura del vínculo con la escuela.
Diversos organismos, como la UNESCO y la Organización Mundial de la Salud, subrayan que el bienestar emocional es un componente esencial del aprendizaje eficaz. Las prácticas disciplinarias deben equilibrar el orden y la contención con estrategias restaurativas que favorezcan la reintegración y la autorregulación emocional.
Mirada pedagógica: del castigo a la reparación
Desde una perspectiva educativa, el aislamiento prolongado contradice los principios del aprendizaje socioemocional.
Recordemos que durante la adolescencia —entre los 12 y 16 años— los jóvenes están consolidando su identidad y sentido de pertenencia; sentirse rechazados o invisibles puede reforzar conductas desafiantes.
Las corrientes actuales de disciplina positiva y justicia restaurativa proponen alternativas: acompañamiento individual, mediación entre iguales y espacios de reflexión guiada. Estas estrategias no sólo reducen conflictos, sino que fortalecen la empatía, la autorregulación y la responsabilidad personal.
Hacia una escuela emocionalmente segura
El informe invita a repensar las políticas escolares y a priorizar una formación docente orientada al manejo emocional del aula. La educación contemporánea, especialmente en la adolescencia, necesita pasar del paradigma del control al del cuidado.
La clave no es evitar el conflicto, sino convertirlo en aprendizaje, reconociendo las emociones como parte del proceso formativo.
