La gran pregunta que casi todo padre se hace y para la que parece no haber consenso. Te voy a contar, considerando mi formación como educadora, la consulta a mi matrona y mi experiencia tanto como madre como profesional, si se debe dar agua a un bebé, cuándo y qué consideraciones se deben tener al respecto. Por supuesto, si tienes cualquier tipo de duda, consulta con el profesional que esté llevando la lactancia de tu pequeño.
¿Se debe dar agua a un bebé? ¿Sí o no?
A priori, desde el nacimiento y hasta que empiece a tomar alimentos diferentes a la leche, el bebé no necesita agua. Esto se debe a que se le proporciona durante la lactancia de manera natural. Eso sí, se dan algunas excepciones y consideraciones, no se puede poner una fecha sin más.
La OMS recomienda la introducción del agua a los seis meses, si bien, lo considero algo rezagado. ¿Por qué? A esa edad el pequeño ya debería haber comenzado a tomar cereales, frutas, verduras e incluso algunas carnes, de manera que, con un mayor esfuerzo renal por parte de su organismo, el agua se vuelve necesaria, aunque sea en pequeñas dosis. ¿Cuándo seguir este consejo? Si optas por introducir los alimentos más tarde, a partir de, eso, el medio año de vida.
Así, mi veredicto es que, si no se da ninguna circunstancia especial, el agua se dé siempre que el niño tome algo que no sea leche materna. Y con esto viene mi primera consideración.
Dar agua al bebé si toma leche en polvo
La teoría, de nuevo, nos dice que no es necesario que el niño beba agua si está tomando leche de fórmula. ¿Qué opino yo (y no solo yo)? Que depende de la leche en cuestión. A fin de cuentas, no deja de ser un producto, y como ocurre con más alimentos, no todos son de la misma calidad. Así, sé a la perfección que hay formulaciones que no hidratan lo suficiente a un pequeño.
¿Significa esto que no deben tomarse? No. Yo, por comodidad, optaría por otra marca, claro, pero no tiene por qué ser así. Puedes dar la fórmula que consideres y el pediatra considera que el niño no está lo suficientemente hidratado, darle muy pequeñas tomas de agua.
Es cierto que cuanto más tiempo pasa mejores son las formulaciones y, si acudes a marcas reconocidas (o a cualquiera que tenga el visto bueno por la UE), vas a garantizar la buena alimentación del pequeño pero, por si acaso, saber que puedes darle de beber un poquito.
¿Cuándo podemos dar algo de agua a un niño que bebe leche materna?

Existen algunas situaciones en las que es posible que el bebé deba tomar agua.
- Diarrea. Si tu bebé tiene diarrea deberá tomar agua porque ese tipo de heces lleva, casi sin que te des cuenta, a la deshidratación. Por supuesto, como si esta es exagerada en cantidad o en el tiempo, tendrás que acudir al doctor, será este quien determine cuánta debe tomar y por cuánto tiempo.
- Estreñimiento. El caso contrario también precisa de agua, especialmente cuando el niño es algo más grandecito. Esto se hace para que las heces no sean tan sólidas y duras. Eso sí, procura siempre abordar esta patología con los alimentos para no tener que recurrir al agua que, como vemos, no es tan positiva cuando somos peques.
- Meses de mayor temperatura. De sentido común que, si la deshidratación es mayor por sudor o incidencia directa o indirecta del sol, quizás debamos ayudar al peque con algo de bebida, en los meses estivales o, como poco, en los días de temperaturas máximas. Por supuesto, esto no aplica a lugares donde haya climas suaves o fríos. En cualquier caso, llegada la fecha, consulta con tu especialista, pues la decisión no depende sólo del calor que haga.
- Fiebre. El agua del tiempo, que no fría, ayudará a bajar la temperatura unas décimas (ojo que no queremos bajarla una barbaridad, la fiebre es un mecanismo de lucha contra un agente interno y debemos mantenerla (aunque a raya) mientras estamos enfermos). Además, en esta situación también se tiende a la deshidratación por sudores.
- «Falta de alimento». El bebé come su ración pero queda con hambre y se ha desestimado aumentar las tomas de leche porque tiene sobrepeso o cualquier otro motivo.
Lo anterior, conforme más mayor se haga el nene más obvio será que se haga, es decir, debes tener menos miedo, pues u cuerpo se va acostumbrando y, de hecho, necesitándola.
Por supuesto, siempre que el experto que lleve la vigilancia de nuestro período de lactancia nos lo indique, de manera fundamentada, deberemos dar agua al niño.
Dar agua a un bebé a partir de los seis meses la introducción de nuevos alimentos
- Durante el primer año
Cuando el niño comienza a tomar otros alimentos y a reducir, por tanto, las tomas de leche, deberá hidratarse poco a poco. Obviamente, la cantidad de agua a tomar aumentará con el paso del tiempo, de acuerdo tanto a la capacidad de ingesta del niño como a la necesidad del organismo (a mayor cantidad de proteínas e hidratos de alto aporte energético, más necesidad de agua).
Al principio las tomas de agua serán mínimas, pues la fruta de las papillas es rica en agua. Será al introducir cereales que esta bebida se vuelva más protagonista, aunque tampoco demasiado.
Es muy importante, por supuesto, no caer en una mala alimentación donde abunden los nutrientes que hemos comentado, si no, además de requerirse más agua, la dieta no será balanceada.
- A partir del primer año
Cuando el bebé tenga un año y haya probado ya casi todos los alimentos, siendo las tomas de leche mucho menores, debemos darle un litro de agua o un pelín más por día. En esta cantidad se incluye la de los alimentos (sí, es un poco difícil calcularlo pero siempre usaremos el sentido común, por ejemplo, dar tomas a la misma vez que bebas tú pero en cantidades inferiores) y la de la leche.
En cualquier caso, deben ser cantidades con las que el niño se sienta cómodo, para lo cual lo mejor es que disponga de esta a su alcance y pueda beber cuando le apetezca.
No te preocupes porque los controles pediátricos servirán de ayuda para saber si lo estás haciendo bien, eso por no hablar de que lo más común es que el instinto y el razonamiento nos hagan actuar bien.
- A partir de los tres años

Indudablemente la ingesta debe aumentar. Esto se hace, por supuesto, debido a que los alimentos, donde puede que incluso ya no incluyas la leche materna, precisarán de buenas dosis de agua para gestionarse adecuadamente por el organismo.
Pero otro motivo importante es que el niño empieza a moverse mucho más y, por tanto, a sudar. Ello hace que debamos ir rehidratándolo para que no se agote e incluso llegue a enfermar.
¿Agua en biberón o en vaso?
Aquí no hay lugar a duda. Siempre que sea posible, el niño debe beber de vasito. Obviamente, si bebe en sus primeros meses de vida, le darás en biberón.
El motivo no es otro que el hecho de que abusar del biberón lleva a problemas dentales. Obviamente, al principio no habrá tal abuso porque daremos cantidades mínimas y seremos nosotros quienes vigilemos las tomas y su duración. Sin embargo, llega un momento que le das el bibe lleno al crío y lo dejas beber a su antojo, es entonces cuando puede coger el vicio no sólo de mascar la tetina o tratar de suplir el chupete con el biberón sino de beber de más, algo contraproducente porque se desequilibra el nivel de electrolitos, se puede causar diarrea, reducir el consumo de nutrientes, etc.
Además, dar de beber en vaso fomenta aspectos del desarrollo, algo que seguro que te interesa. Por ejemplo, trabajará la psicomotricidad fina, la coordinación óculo-manual e incluso la autoestima cuando sea algo más mayorcito.
Lo que debes tener claro es el tipo de vaso que debe utilizar en cada momento. Cuanto más pequeño sea el niño más seguro debe ser este para evitar su rotura, básicamente. Para ello, debes adquirir vasos infantiles de PP o tritán sin bisfenoles (BPA) y con tapa y una pequeña boquilla (no tetina).

Con el transcurrir de los meses ya podrás darle vasos sin tapa ni bebedero. Esto dependerá del desarrollo de cada niño pero lo habitual es que a partir del año sepan beber solos en vasos similares a los de los adultos, aunque a veces tengan algún accidente (¡también tienen que equivocarse). Mantendremos materiales seguros, duros y que no dejen residuo.
Por cierto, son igual de válidas las botellas de agua infantiles mientras se cumpla lo anterior. Eso sí, estas deben darse cuando el niño ya haya pasado el año o incluso año y medio, pues antes debes ser tú quien controle cuánto bebe y, desde luego, una botella, será demasiado, además de pesar más y que sea más difícil de manejar.

¿Puedo darle agua del grifo a mi hijo?
Definitivamente, no. Aunque la calidad del agua varía mucho de un lugar a otro, esta nunca va a estar lo suficientemente libre de riesgos. Obviamente, cuanto menor sea el peque menos debes tener esta idea en mente.
La excepción es, si el pediatra, conociendo la calidad del agua del lugar, lo considera, es hervir el agua del grifo previamente. Si tienes tiempo y ganas y, reitero, el pediatra lo considera, podrías hacerlo, aunque yo siempre me voy a sentir más segura sabiendo, por etiqueta, lo que toma mi hijo.
Solo cuando ya tengas un hijo grande podrás darle agua del grifo previamente filtrada en jarra, por ósmosis, etc.
Es necesario que el niño tome agua natural de mineralización muy débil, algo que debe quedar plasmado en la botella de tu elección para que no haya lugar a duda. Ten especial consideración con que el sodio, el flúor y los nitratos aparezcan en muy baja cantidad.
De nuevo, la última palabra siempre la tendrá el pediatra así que puedes consultarle qué marcas de las disponibles en tu zona son las más recomendables (en la etiqueta vas a descubrir los minerales que posee y en qué cantidad).
En España, a nivel nacional, las marcas fácilmente accesibles más adecuadas son Bezoya, Fontvella – Sacalm, Solán de cabras y Lanjarón.
En cualquier caso, dejo aquí la lista con todas las que se pueden tomar tanto desde el nacimiento como a partir de los seis meses. Así, puede que a nivel regional o local encuentres algunas incluso más aptas.

¿Mi hijo está bebiendo demasiada agua o muy poca? Signos
Cuando un niño toma demasiada agua durante un tiempo prolongado de tiempo va/vas a notar:
- Demasiados pañales muy empapados.
- Orina sin color.
- Náuseas.
- Digestiones extrañas.
- Vómitos.
- Rechazo de leche o alimentos.
- Cansancio.
- Confusión.
Por contra, si tu hijo está poco hidratado, descubrirás:
- Llanto sin lágrimas o lágrima escasa.
- Orina oscura.
- Fontanela anterior hundida.
- Dolores de cabeza (llanto descontrolado).
- Irritabilidad.
- Sueño.
- Ojos hundidos.
- Grietas en los labios.
- Ansia por tomar leche.
Ojo con esto último porque si hablamos de un bebé que sólo toma leche materna y se encuentra deshidratado es muy probable que o bien esté tomando poca cantidad o bien tu leche no sea lo suficientemente hidratante. Ambos casos deben presentarse con urgencia a un profesional.
La importancia de mantener a tu hijo bien hidratado
Como en el caso de los adultos, que el peque esté bien hidratado tendrá beneficios (que en realidad son necesarios).
- Se mantiene el volumen en sangre.
- Es un regulador natural y preciso de la temperatura.
- Facilita la digestión.
- Favorece la lubricación articular.
Además no corregir la situación (tanto de exceso como falta de agua) llevará a circunstancias) más difíciles y severas como desnutrición, abrasión de los fagos (por vómitos), hipotimia, daños en los órganos, dolor óseo…