La ayuda familiar en los deberes puede ser contraproducente si no fomenta la autonomía
Según un gran estudio internacional con casi 380.000 participantes, la implicación de la familia en las tareas escolares solo resulta positiva si fortalece la autonomía del alumnado; por el contrario, se vuelve negativa o nula cuando se limita a controlar el tiempo, asumir las tareas por el niño o aportar métodos distintos a los del docente.
¿Qué recomiendan las investigaciones?
- Las familias han de contribuir al entorno de estudio: asegurar un lugar tranquilo, materiales disponibles, tiempos organizados.
- La actitud debe centrarse en motivar y acompañar: mostrar interés por lo que hace el niño, reforzar su capacidad, ayudarle a gestionar emociones como el estrés o la frustración.
- Evitar acciones que reducen la autonomía real: hacer los deberes por él, corregir todo, asumir responsabilidades que debería desarrollar el niño.
- La implicación efectiva debe adaptarse a la edad y etapa escolar: en primaria tiene más sentido acompañar que en secundaria/Bachillerato, donde el alumno debe asumir mayor responsabilidad.
Perspectiva educativa
Recordemos que en las primeras etapas del escolarización, los niños están desarrollando capacidades clave como la autorregulación, la planificación de tareas, el afrontamiento de la dificultad y la construcción de confianza en sí mismos. Si los adultos hacen por ellos lo que pueden hacer, se reduce su oportunidad de aprendizaje y de desarrollar su sentido de eficacia personal.
Desde la teoría del aprendizaje, se sabe que el error y la resolución autónoma favorecen la metacognición (pensar sobre el propio aprender), la resiliencia y la motivación intrínseca. En este sentido, la labor de padres, madres y el centro educativo debe orientarse hacia el acompañamiento estratégico: facilitar condiciones, guiar procesos, no asumir funciones del niño.
Consejos prácticos para familias
- Establecer un horario y lugar fijo para los deberes, con buena iluminación y ambiente tranquilo.
- Antes de intervenir en la tarea, plantear preguntas que fomenten reflexión: “¿Qué te está resultando difícil?”, “¿Cómo podrías empezar?”, “¿Qué vas a hacer si te atascas?”.
- Si el niño pide ayuda, dar pistas, no soluciones completas; fomentar que pruebe, se equivoque, y vuelva a intentarlo.
- Aun cuando ayudes, evita hacer tú la tarea. En su lugar, acompaña, observa, y reforza el esfuerzo: “Veo que has dedicado tiempo, buen trabajo” en lugar de “Te lo hago para que esté bien”.
- Conforme avanza la edad escolar, aumenta la expectativa de autonomía: es esencial que primeramente se construya el hábito y luego la independencia.
- Dialogar con el centro educativo para conocer sus expectativas: así se asegura coherencia y se evita que el niño reciba “dos maneras” distintas de hacer lo mismo, lo cual genera confusión.
En resumen
Ayudar no significa hacer por. Acompañar no es sustituir. Una implicación familiar bien orientada potencia la autonomía del niño, su autoestima y su capacidad de aprendizaje, mientras que una ayuda mal enfocada puede entorpecer esos procesos.
Para construir un hábito saludable de estudio y una relación sana con el aprendizaje, la clave está en el acompañamiento estratégico, el espacio y tiempo adecuados, y la progresiva responsabilidad del propio estudiante.
Recursos y metodologías complementarias
- Educar hijos responsables y autónomos, Gobierno Vasco.
- ¿Deben los padres ayudar con los deberes escolares?, Escola de Salut SJD Hospital de Barcelona.
