Aunque ya hemos visto cómo se relacionan descanso, actividad, sueño y fatiga, es esencial conocer por qué un niño debe dormir bien, es decir, dónde radica la importancia del sueño infantil y la relación que existe con la actividad. Eso es lo que veremos hoy.
¿Cuál es la importancia del sueño infantil?
Tanto la actividad como el descanso son en la infancia una auténtica necesidad. Y más importante, ambas, y digo ambas, necesitan la una de la otra.
Durante sus primeros años, el niño tiene la ardua tarea de conocer el entorno. Esto lo consigue de forma lúdica, mediante la experimentación y el juego, dos aspectos que, sin duda, están relacionados con la actividad activa (valga la redundancia).
Pero ocurre que, ante un hábito aún no formado y unas necesidades cambiantes, el pequeño no es capaz de percibir la sensación de cansancio como lo hacemos los adultos, de manera que, en ocasiones, alcanzan, sin darse cuenta, la extenuación.

Y ante un grado tal de cansancio, el descanso no será tal y como debería para ofrecer al pequeño todas las bondades que tiene.
Es por este motivo que los adultos debemos saber interpretar la necesidad y el ritmo de descanso del niño de manera individual para garantizar un equilibrio entre la actividad y el descanso. Este es el único modo existente para superar los «obstáculos» del día a día, que serán más conforme avance en su desarrollo cognitivo y motor.
Actividades de vigilia
A más edad, más tiempo de vigilia, es decir, el niño irá durmiendo menos horas y reduciendo el número de siestas. A su vez, su desarrollo le irá exigiendo la adquisición de nuevas competencias.
Para conseguirlo los adultos debemos aprovechar cuando están despiertos para compartir con ellos juegos que los estimulen. Pero no sólo eso, debemos encontrar también el equilibrio de su actividad vital; no podemos hacer siempre las mismas cosas, el peque debe practicar las diferentes habilidades, desarrollándose en conjunto y no colapsando con excesos.
Como responsable de su desarrollo, debes encargarte de ofrecerle varios estímulos, de todos estos tipos, de manera alterna.
- Conocimiento y observación de la realidad. Paseo por el bosque conociendo tipos de flores y cómo se alimentan los animales.
- Lenguaje, buscando la adquisición de la palabra y posterior dominio del lenguaje. Ejercicios faciales y orales, repetición, aprendizaje de nuevas palabras, canciones…
- Manipulación (de manera directa, desarrollamos la motricidad fina, pero indirecta se esconde mucho más). Plastilina, bloques de construcción, juegos de puzzle…
- Movimiento, que requieran la acción global del cuerpo. Baile, carrera de sacos, paseo en bici…

- Juego simbólico, recreando estampas cotidianas. Jugar a los papás, ir al mercado, ser peluquero…
- …
Lograr un correcto descanso
Es por la noche, con el sueño, que los niños, y todas las personas, asentamos los aprendizajes que hemos tenido durante la jornada diurna (recuperándonos del gasto energético tanto físico como intelectual). Además, es en este momento cuando restablecemos las funciones físicas y psicológicas, lo que nos permite afrontar con capacidad la siguiente jornada. Igual de importante es que el niño se presente menos irritado, más receptivo, con mejor humor y menos hartazgo.
Así es como lograr un correcto descanso no sólo sirve para que trabajemos en nuestro aprendizaje sino que nos capacita para continuar con las exigencias de cada nueva jornada.
Pero para que el sueño nocturno sea correcto y pueda colmarnos de beneficios, este debe ser suficiente y de calidad, dándose en todas sus fases. Y es que en la última es en la que se produce el aprendizaje y, en general, el desarrollo cognitivo (atención, curiosidad, memoria). Por ello, si dormimos mal, despertándonos mucho y sin haberla alcanzado, este aprendizaje no se producirá en su totalidad o será ineficiente.
¿Y cómo conseguimos que el niño duerma bien por la noche? Tiene que:
- Adquirir un hábito.
- Ayudarse de la figura del adulto.
- Llegar al momento de sueño cansado pero no extenuado, habiendo descansado lo suficiente durante el día para que el nivel de agotamiento no sea tal que resulte irreparable.
Aquí es donde entran en juego tanto la siesta como la alternancia entre actividades de movimiento y relajantes. Estos dos recursos sirven para que el niño gaste energía y reponga un porcentaje para ir quemando la pila durante el día pero sin llegar a cero a la hora de ir a la cama.

De este modo se consigue que el niño rinda bien por la tarde (después de haber hecho la siesta). Así podrá hacer más cosas y, por tanto, desarrollarse más y mejor. Además, por la noche dormirá todo lo bien que necesita para afianzar esos conocimientos y convertirlos en aprendizaje y recuperarse.
Puedes informarte un poco sobre la siesta y cómo cambia el sueño de los niños AQUÍ.
En cuanto a las actividades relajantes, van a variar mucho según la personalidad, las rutinas y otros factores. Pero algunas que no fallan son, por ejemplo:
- Los cuentos y sus derivados (no sólo leernos, también se pueden inventar).
- Los juegos de manos, el baño.
- Un masaje.
- Ver un ratito una película (o una charla después de haberla visto).
- Colorear con materiales que no manchen ni sean muy novedosos -se pondrán muy ansiosos-…
- En definitiva, cualquier cosa que no le excite.
Y es que ya hemos visto cuál es la importancia del sueño infantil, que va mucho más allá de dormir bien o mal. Es el correcto desarrollo del niño, su salud, la que está en juego. Incúlcale el hábito, gestiona su día y comparte pautas con el centro educativo para que el descanso de tu peque sea óptimo.