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👉 Fuente: ABC
Un nuevo estudio sobre jóvenes de 16 a 19 años revela que quienes pasan más tiempo en redes sociales tienden a experimentar un mayor vacío existencial, mientras que actividades como el estudio y la lectura están asociadas con una sensación de propósito más fuerte.
Un proyecto para entender qué da sentido a la vida
La Fundación Belén, que apoya a familias ante problemas físicos, psíquicos o socioemocionales, detectó en los últimos años un aumento notable de adolescentes con conductas de riesgo y malestar emocional. Ante esto puso en marcha el proyecto “Yo ante la vida”. Este busca explorar qué factores ayudan a los estudiantes de Bachillerato y FP a encontrar un propósito vital y cómo esto se relaciona con su bienestar emocional.
Los primeros resultados -aunque todavía preliminares- muestran una relación inversa significativa entre el sentido de la vida y los indicadores de depresión. A mayor sentido, menores señales de depresión; a menor sentido, más malestar y vacío existencial.
Estas conclusiones, ligadas a ejemplos clínicos y sociales, interesan especialmente a padres, docentes y profesionales porque el sentido de la vida en la adolescencia está estrechamente asociado a la salud mental, la motivación académica y la calidad de las relaciones familiares y sociales.
El papel de las redes sociales
Según los expertos que participan en el proyecto, las redes sociales parecen tener un efecto indirecto sobre el sentido de la vida. Cuanto más tiempo pasan los adolescentes en plataformas digitales, más difícil puede ser encontrar intereses profundos y satisfacciones reales que vayan más allá de la comparación social o la búsqueda de aprobación externa.
La búsqueda de likes, seguidores o validación externa puede generar énfasis en la apariencia y reducir la atención sobre experiencias que favorecen un sentido auténtico de propósito, como el aprendizaje, la creatividad o las relaciones significativas.
Este hallazgo se relaciona con estudios internacionales que señalan que el uso intenso de redes y pantallas no solo desplaza tiempo de actividades enriquecedoras (como el estudio, el deporte o el sueño), sino que, cuando se combina con comparaciones sociales constantes, puede afectar negativamente la autoestima y el bienestar emocional de los adolescentes.
De los datos a la vida cotidiana de familias y escuelas
todavía quedan preguntas por responder y los estudios no siempre coinciden en los mecanismos causales. Aún así, hay indicios suficientes para que familias y educadores reflexionen sobre cómo acompañan a los jóvenes en su relación con la tecnología.
Algunas claves para padres y educadores:
- Acompañar, no solo controlar. Hablar con los adolescentes sobre qué consumen online y por qué, sin demonizar las redes, puede ayudar a comprender sus inquietudes y objetivos personales.
- Fomentar intereses variados. Promover actividades que implican compromiso profundo (como lectura, arte, deporte o proyectos personales) contribuye a construir una identidad que no dependa exclusivamente del entorno digital.
- Modelar hábitos saludables. El uso equilibrado de pantallas por parte de adultos en casa y un ambiente familiar estable potencian la percepción de apoyo y sentido vital en los jóvenes.
Más allá de limitar el tiempo de pantalla, expertos sugieren que promover competencia socioemocional, relaciones significativas y experiencias de logro tiene un impacto más directo en el sentido de la vida de los jóvenes.
Un reto educativo y social
El fenómeno no es exclusivo de España. Informes globales señalan que casi la mitad de los adolescentes están conectados “constantemente” y que el uso intensivo e impulsivo de redes puede asociarse con mayores dificultades emocionales.
Esto plantea un reto compartido para escuelas, familias y responsables políticos. Debemos integrar la educación digital con el desarrollo socioemocional y la promoción de experiencias reales de aprendizaje y comunidad.
Recursos complementarios
- Salud mental del adolescente, Organización Mundial de la Salud.
- Impacto de las pantallas en la vida de la adolescencia y sus familias en situación de vulnerabilidad social: realidad y virtualidad, Ministerio de Sanidad.
