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👉 Fuente: El Diario
Liset M. de la Prida, directora del Centro de Neurociencias Cajal del CSIC y autora de Cerebro, espacio y tiempo, advierte que el cerebro humano no está diseñado para el nivel de estimulación constante propio de nuestra vida tecnológica y que esto tiene efectos reales en la atención, la memoria y la capacidad de gestionar experiencias complejas.
Qué significa “forzar el límite” del cerebro
En una entrevista reciente, la científica explica que nuestro cerebro, aunque extraordinariamente flexible, tiene límites biológicos para procesar información y estímulos. A medida que la tecnología multiplica las experiencias y los datos que recibimos, vivimos a una velocidad que supera la capacidad natural de atención y asimilación de nuestra biología, lo que puede llevar a una sobrecarga neuronal que reduce la calidad de la memoria, la atención y la regulación emocional.
Según de la Prida, esta sobreexposición constante no solo afecta cómo recordamos y procesamos eventos cotidianos, sino también la manera en que nuestras estructuras cerebrales —como el hipocampo, clave para memoria y orientación espacial— organizan esa información. Aunque la tecnología puede expandir nuestras capacidades, si no se integra de manera “humana” y respetuosa con nuestros ritmos biológicos, puede acabar dañando nuestra salud mental y cognitiva.
El impacto de la sobreestimulación en la vida diaria
De la Prida subraya que, frente al ritmo frenético al que estamos expuestos -notificaciones constantes, sobrecarga de información, multitarea permanente- el cerebro termina por saturarse y perder eficacia para retener y priorizar experiencias significativas. Esto no solo se traduce en distracción o olvido, sino en una menor tolerancia a estímulos y una tendencia a buscar gratificación inmediata constante.
Esta advertencia entra en consonancia con otros análisis científicos sobre la influencia de la cultura digital en la atención humana, que señalan cómo la búsqueda de entretenimiento constante y la exposición continua a estímulos de alta intensidad (por ejemplo, pantallas o redes sociales) afecta la gestión del foco y la emoción.
Consecuencias para familias y desarrollo infantil
La reflexión de esta neurocientífica es especialmente pertinente para familias y personas que cuidan de niños: los cerebros, especialmente los más jóvenes, son altamente sensibles a los estímulos ambientales y sociales, por lo que una sobrecarga de estímulos -como sonido continuo, pantallas, interrupciones constantes o multitarea- puede dificultar la regulación emocional y la consolidación de recuerdos positivos.
Esto no significa evitar la tecnología o los estímulos por completo, sino fomentar entornos donde haya espacio para calma, atención sostenida y experiencias compartidas con baja sobrecarga sensorial, algo que también favorece el desarrollo de la memoria y el aprendizaje en la primera infancia.
Recursos/estrategias/metodologías complementarios/as
- Cómo cortar con la necesidad constante de estímulos para fortalecer el cerebro, La Nación.
- Prenatal experience with language shapes the brain, Science Advanges.
