Para que un niño aprenda a hacer cualquier cosa de manera rutinaria, es decir, lavarse los dientes después de comer o las manos al volver del parque, preparar la ropa del día siguiente antes de irse a dormir o acudir al orinal, debe haber tenido un aprendizaje previo. Este se consigue pasando cada una de las fases de la adquisición de hábitos, que son cuatro, todas necesarias.
Fases de la adquisición de hábitos
Para culminar el aprendizaje el niño debe pasar por las cuatro fases de la adquisición de hábitos.
Fases de la adquisición de hábitos: Preparación
Se analizan los aspectos relacionados con el hábito y que posibilitarán su aprendizaje o el de sus partes. Entre estos se incluyen la comunicación o la motivación, los instrumentos, espacios adecuados, habilidades manuales…
Fase 2: Aprendizaje hasta la interiorización
El adulto muestra el hábito, enseña, ofrece los recursos, da lugar a la imitación, guía al pequeño para ayudarlo y que mejore, valora, analiza los errores y motiva al niño. Además, se debe corregir al pequeño en esta fase, antes de que interiorice acciones inadecuadas.
Nuestro deber como adulto es diseñar actividades de corta duración y repetitivas capaces de enseñar. El niño, por su parte, debe interiorizar y no memorizar (esto será signo de que las actividades y la enseñanza son adecuadas).
Respecto a esto, realizaremos actuaciones propias del hábito a consolidar pero también se debe introducir este de otras maneras más lúdicas para que el niño lo conciba como algo interesante y no solo como «órdenes». Por ejemplo, leeremos cuentos relacionados con el orinal o haremos una sesión con marionetas que emulen cómo ir a dormir.
Automatización para adquirir un hábito
Los papás nos vamos distanciando poco a poco manteniendo las pautas de referencia. Así se posibilita que, cada vez en más situaciones, aunque en principio sean pocas y pequeñas, el niño actúe sin apoyo.
Consolidación como última fase para adquirir un hábito
Se trata del punto en que el niño es capaz de aplicar el hábito en cada situación que lo requiera para volverse autónomo.
Ni qué decir tiene que el éxito o fracaso de esta misión está determinado por un montón de factores que te aconsejo que conozcas y domines a la perfección. De este modo, el peque dispondrá de todo tipo de recursos para lograrlo de manera fácil y efectiva.
Roles que tenemos en las diferentes fases de la adquisición de hábitos
En los primeros años de vida, el adulto es realmente el pilar, el rol que condicionará el grado y la calidad de la adquisición de los habituamientos por parte del niño. El adulto posibilita el aprendizaje, para lo cual:
- Observa.
- Enseña.
- Ofrece recursos.
- Motiva.
- Valora.
- Corrige.
El niño aprende cuando:
- Observa.
- Repite (ejecuta las acciones, mejorando con la práctica y gracias a su propio desarrollo).
- Incorpora para satisfacer sus necesidades (no memoriza).
- Asume el aprendizaje.
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¿Y en la Escuela Infantil?¿Respetarán las fases de la adquisición de hábitos?
Por supuesto. Precisamente ese es nuestro trabajo como educadores. Cuando llevas a tu hijo a una Escuela Infantil, por suerte, ya no es un sitio donde vigilarlos hasta que vuelvas a estar disponible: formamos personitas válidas. Y esto implica, entre tantas cosas, que el niño desarrolle sus capacidades, interiorice actuaciones cotidianas beneficiosas y las integre en su día a día.

¿Cómo lo hacemos?
En el primer ciclo:
- Los educadores somos quienes establecemos qué momentos se destinan a la adquisición de hábitos y cuánto duran, de manera que guiemos a los peques, que aún andan desorientados y tampoco entienden bien la necesidad de las actuaciones que realizamos.
- Aunque cada cole es un mundo, lo habitual es que encuentres metodologías que se basen en la teoría del reputado psicólogo Albert Bandura: La observación es el eje de su aprendizaje (aprendizaje observacional). Con práctica, el modelo se va retirando, dando protagonismo al niño y mantiene un papel de guía y apoyo.
En el segundo ciclo:
- El maestro de infantil debe comenzar realizando una valoración del grado de adquisición de cada hábito.
- La adquisición de hábitos se comparte con los primeros aprendizajes escolares.
- Los horarios son más marcados.
- A partir de los 6 años, el aprendizaje de hábitos no se considera contenido educativo. El educador no tiene la obligación de continuar la corrección, si se precisase.
- En algunas escuelas se cuenta con personal de apoyo para ello, especialmente para el control de esfínteres. Si bien, esto es un extra que no vas a encontrar en cualquier colegio y no se tiene la obligación de atender al pequeño al respecto. Por este motivo (además de por favorecer un desarrollo óptimo de tu peque), debes educarlo durante las diferentes fases en la adquisición de hábitos para que, en preescolar, sea autónomo y satisfaga sus necesidades por sí mismo.
Cada hábito que tu peque adquiere con autonomía no solo es una rutina más que aprende, sino una semilla de autoestima, seguridad y bienestar. Confía en su proceso, respeta sus tiempos y celebra cada pequeño paso. Porque cuando el adulto cree en el niño, el niño se atreve a descubrir todo lo que puede hacer por sí mismo.
Recursos para hábitos en Escuela Infantil
Todos los peques se forman a partir de una serie de factores internos. Si bien, también necesitan de otros, externos, que condicionan tanto la enseñanza por nuestra parte como el aprendizaje por la suya.
En la Escuela Infantil, que ya hemos visto que no es una guardería sino que verdaderamente educamos a los peques, disponemos de:
Los instrumentos
Son aquellos recursos materiales y los instrumentos, de todo tipo, que utilizamos para llevar a cabo las actividades. Se desea que sean pedagógicos, esto es, que motiven y, a su vez, que sean polivalentes, lo que permite que la creatividad aflore. Así mismo, toda elección debe venir motivada por la calidad, ofreciendo seguridad, higiene y buenos resultados. En cualquier caso, deben ser fáciles de usar y manipular.
Conforme los niños e hagan mayores, podemos hacerlos partícipes en la adecuación del entorno. Por ejemplo, un rincón, una sala en particular, el color de ciertas cosas…
El espacio
Como es de imaginar, un espacio que favorezca que tu niño sea autónomo incluye que pueda facilitar el mayor número de experiencias enriquecedoras.
Nos moveremos en espacios grandes, lo suficiente para que los peques puedan jugar en paralelo de vez en cuando, sin molestarse. Eso sí, no debemos pecar de amplitud, pues es importante tener las cosas a mano y poder actuar con rapidez ante imprevistos.
La ley dicta que, para los menores de 2 años, deben adecuarse áreas diferenciadas tanto para el descanso como para la higiene. De este modo, resulta más sencillo incorporar los hábitos. Siempre se debe adecuar cualquier zona para que el educador pueda atender cómoda y rápidamente a todos los niños de la clase.
Para dormir y relajarse:
El espacio debe poder quedar a oscuras, en silencio y ventilarse. En clase debe haber hamacas, colchones o colchonetas (cunas para los bebés).
Se pedirá a los padres que traigan y repongan semanalmente un juego de sábanas para que el niño tenga las suyas propias. También se permite que traigan su dudu (siempre que no haga ruido ni ilumine) y alguna manta extra.
Cerca estarán todos los recursos de que disponga la clase para favorecer el confort, invitar a los niños a relajarse un poco, etc.
Para el aseo y acicalado:
En el baño habrá retretes adaptados a la altura de los niños, alzadores, cambiadores y puede que orinales. De este modo, nos aseguramos de que el niño, se encuentre en el momento que se encuentre, podrá evacuar o tendrá el pañal siempre limpio.
Así mismo, incorporaremos, al menos, dos lavabos por educadora disponible. Así, agilizamos el lavar las manos y la boca. No es obligatorio pero con un espejo también a su altura hacemos más divertido y ameno el asearnos.
Los utensilios personales se dispondrán justo antes de que cada niño acceda al aseo. Así, nos aseguramos de que los tiene a mano pero, a su vez, no se hace el caos o se pierden piezas, ni los peques tocan lo que no es suyo. Estos se guardan en gavetas individuales.
Se insta a que los padres se aseguren de que el peque tiene siempre una muda, tanto de babero como de ropa. De este modo, podremos cambiarlos si se ensucian o se hacen pipí, tal y como haríamos en casa.
Para las relaciones:
En general, se dispondrá de un espacio cómodo y motivador, acogedor, recreando la vida cotidiana para que los peques se sientan cómodos y actúen como en casa.
Espacios como la zona de asamblea, rincones de juego simbólico o pizarrón favorecen la interacción y son tan necesarios como las áreas en las que el niño pueda jugar solito, sin que lo molesten.
Las decoraciones tematizadas invitarán a conversar. Conviene cambiar, al menos, una vez por trimestre, de cara a crear nuevas conversaciones.

El tiempo
En el primer ciclo son las necesidades biológicas las que marcan el ritmo del aula. Se intenta respetar al máximo para que el niño, desde muy pequeño, sepa situarse: que al volver del patio se cambia el pañal o que después de comer nos acercamos a las camitas, etc.
No hay que ser muy rígidos pero tampoco ceder en cada situación. Los niños deben saber qué están haciendo y qué van a hacer después. Así mismo, se irán dando cuenta de cuánto tiempo disponen para comer o que cuando se despiertan ya queda poquito para irse.
La relación afectiva
Los hábitos se adquieren por imitación y jugando, en relación. Los educadores debemos encargarnos de garantizar el afecto a cada peque, primeramente por nuestra parte y, si se da y es el momento, con los demás compañeros (los niños muy pequeños pasan de los amiguitos). Abrazos, buenas palabras, elogios o un simple revoloteo de pelo servirán para que el peque se sienta cómodo y motivado en la escuela, con las normas que la rigen.
La interrelación familia-escuela
En la escuela debemos conocer el método educativo que sigue la familia y, en caso de ser compatible con la pedagogía del centro, determinar en qué fase de la adquisición de hábitos se encuentra cada niño. Con ello, podrá ir diseñando sus actuaciones a lo largo de todo el curso, previendo los progresos y rediseñando los objetivos de ser necesario.
Ni qué decir tiene que el intercambio de información entre la familia y la escuela debe ser diario y sincero, de manera que ambas partes guiemos al peque en la misma dirección.
La familia, por su parte, debe saber, también, cómo se van a trabajar los hábitos en clase. De este modo, podrán ayudar, aportar ideas y coordinar el trabajo en casa.
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